Carlos Suárez tiene cara de niño. A sus 28 años, este joven de un barrio humilde de la ciudad de Pasto, sur de Colombia, captó más de 160 millones de dólares, según la Fiscalía, mediante un fraude de «pirámide» (esquema Ponzi) que involucró a 400 mil colombianos. Pero muchas de sus víctimas lo siguen considerando un héroe.
«El lo único que hizo fue darnos dinero a los pobres, desafiando a los bancos y al gobierno», dice Marta Pérez, una vendedora de vestidos, cuyo negocio esta ubicado en el barrio de Fátima de Pasto, cerca a la que fuera la sede principal de DRFE (Dinero Rápido Fácil y Efectivo), la empresa de Suárez.
«Lo que pasa es que los medios (de comunicación) se pusieron a «cacarear» demasiado con lo de la supuesta estafa y eso nos jodió», se queja Luis Rosero, dueño de un taller de vehículos que perdió 5.000 dólares en DRFE.
Desde noviembre, cuando estalló el escándalo, se han iniciado procesos contra una veintena de captadoras ilegales que ofrecían rentabilidades del 50 al 150% anual y a veces más.
Los cerebros de las dos principales, el propio Suárez y David Murcia Guzmán fueron detenidos tras huir a Brasil y Panamá, respectivamente.
Pese a las advertencias, decenas de «pirámides» siguen funcionando especialmente en pequeñas ciudades. Este domingo la Fiscalía reportó la captura de Richard Beltrán, señalado de recoger 1.600 millones de pesos (unos 600 mil dólares) en Soacha, ciudad vecina a Bogotá.
Cientos de seguidores de Suárez -que negoció con un fiscal y se declaró culpable- y de Murcia -quien dice ser víctima de un complot oficial- siguen saliendo a las calles en varias ciudades para pedir su libertad.
«Es que ellos estaban creando riqueza para todos y no para unos pocos como hace el gobierno», dice Luis Jiménez, un taxista pastuso, mientras muestra un recibo de DRFE con una inversión de 500 dólares. «Era el dinero que tenía para comprar regalos a mis hijos en navidad», confiesa con amargura.
Desde Pasto, una ciudad de 300 mil habitantes y capital del departamento de Nariño en la frontera con Ecuador, DRFE montó un emporio que captó dinero en 74 ciudades del oeste de Colombia y afectó a 399.202 personas, prometiendo pagar intereses de hasta 150%.
En Santa Mónica, un barrio humilde de Pasto donde creció, los vecinos recuerdan que Suárez ayudaba a su mamá a vender lotería, para alimentar a sus tres hermanos.
La semana pasada, tras ser entregarse en Sao Paulo después de ser seguido por la Interpol en Argentina y Uruguay, Suárez negoció con la Fiscalía declararse culpable de captación ilegal y lavado de dinero ilícito, por lo que será condenado a 66 meses de prisión y una multa de cinco millones de dólares.
Entregó además bienes entre los cuales incluyó dos helicópteros y un avión, un parque de atracciones, 72 motocicletas y 300 automóviles último modelo, así como una cuenta en un banco de China. Los bienes incautados podrían servir para devolver unos 30 millones de dólares.
«Sería iluso pensar que podemos restituir el dinero exacto a todos los afectados», dice Germán Gómez, un perito nombrado por el gobierno para liquidar a DRFE y distribuir sus bienes entre los afectados.
En un video cuya copia aún se consigue en las calles de Pasto, Suárez, quien no llegó a estudiar en la universidad y vestía simplemente con vaqueros y zapatos deportivos de marca, pregonaba que DRFE podía pagar altos rendimientos pues invertía en negocios con fuertes ganancias como la venta de futuros y en mercancía china que vendía en El Salvador, Perú o Venezuela.
Pero los fiscales que investigan el caso tienen sus ojos puestos en Putumayo, un departamento vecino de Nariño, y en el que Murcia y Suárez, captaron fuertes sumas que movilizaban en camiones.
Allí existen amplios cultivos de coca y las pistas sugieren que las pirámides pudieron ser usadas por narcotraficantes para blanquear sus ingresos.