«Los Jueces» de Arnoldo Gálvez Suárez


Arnoldo Gálvez Suárez, un autor que aún no llega a los 30 años de edad, logró ganar, en 2008, uno de los más importantes premios de novela de la región: El Premio Centroamericano Mario Monteforte Toledo, con su obra «Los Jueces». Con ello, una grata sorpresa provocó este autor, quien únicamente habí­a publicado un libro de cuentos, titulado «El tercer perfil» (Editorial Letra Negra, 2005), ya que vino a oxigenar el catálogo de novelistas del paí­s. Un año después, publica esta obra bajo el sello de Letra Negra.

Mario Cordero ívila
mcordero@lahora.com.gt

La novela presenta un conflicto de actualidad, y, aunque no lo refiera propiamente en el libro, la narración podrí­a bien desarrollarse en paí­ses como Guatemala u otros de Latinoamérica, en la cual el conflicto de la impunidad está latente.

«Los Jueces» tiene como trama central el linchamiento de un indigente, a quien acusan de intentar violar y provocar la muerte a una joven mujer. Alrededor de este hecho, se entrelazan las historias, todas de los vecinos de una colonia.

La temporalidad de la narración es el mejor acierto, ya que el narrador logra controlar los hilos del tiempo, iniciando y finalizando en el mismo punto, y en el í­nterin refiriendo con habilidad acciones del pasado, presente y futuro. Es decir, no se cuenta la historia en una lí­nea temporal plana, sino que hay saltos para atrás y adelante en el tiempo.

Otro acierto es que alrededor del hecho central se conjugan las diferentes historias, por lo que se entreteje la trama de varias microhistorias que confluyen en un mismo hecho.

Como parte de este tejido de la acción, el narrador se esfuerza por explicar -o más bien dar indicios- de las motivaciones de los personajes. Existe, pues, la Señora Vendedora de Huevos, que participa en el linchamiento desde su óptica de madre soltera y de mujer que ha tenido que enfrentarse a múltiples peligros sola. También, el Hombre de las Serpientes, que fue excluido de las buenas relaciones de la colonia, debido a su extraña costumbre de disfrutar viendo comer a sus ví­boras.

La mayor parte de la historia se desarrolla en la Colonia, la cual constituye el macrocosmos de la narración y que representa, simbólicamente, a las clases sociales de un paí­s. En el sector más cercano a la carretera, se encuentra el llamado Sector A, en donde viven los fundadores y en donde se ubican las residencias más amplias, bonitas y mejor construidas. Colonia abajo se ubica el Sector B, formado por vecinos que llegaron posteriormente, en una lotificación posterior; las viviendas no son tan lujosas, pero mantienen cierto estatus. Mientras que el Sector C es un área aledaña a la Colonia, que no forma parte propiamente del proyecto original, y que se formó por vecinos que instalaron sus champas en el barranco cercano, y que poco a poco fueron cimentando viviendas más formales, pero nunca llegando a ser una construcción formal.

En otras palabras, los sectores A, B y C forman las clases altas, medias y bajas de una sociedad como la guatemalteca. Esta misma idea se reafirma cuando la muchacha, la que posteriormente serí­a violada, ingresa a trabajar en una agencia de edecanes y modelos, y se repite la estratificación en Chica A, B y C. Ella, de igual forma, vive en el Sector B y es catalogada como Edecán B.

La tensión central consiste en que el Sector A de la Colonia mantiene conflictos con el Sector C, sobre todo desde el Comité de Vecinos, en especial el Presidente, quien desearí­a que los de la clase baja se fueran de la colonia, mientras que el otro bando se mantiene reacio a no reconocer a la Presidencia y no se siente parte de la Colonia y desea permanecer ajena. El Sector B se siente más afí­n al Sector A.

Con la violación de la muchacha, los vecinos del Sector A y B, tensos por el clima de confrontación, quieren ver en el violador, un indigente, al cual denominan «Energúmeno» en la novela, una excusa para liberar tensiones, además de vincular a este supuesto delincuente con el Sector C.

En pocas palabras, ocurre un linchamiento; y como parte de la narración, se vinculan justificaciones del porqué de éstos en sociedades como la guatemalteca, y es que básicamente no se tiene fe en el sistema de seguridad-justicia.

La novela tiene algunas luces de una buena narración, un buen oficio, además de mucho esmero de parte del autor. Sin embargo, adolece de deficiencias que le rebajan la calidad a la novela.

Por ejemplo, tal pareciera que el autor está consciente de la importancia de la construcción del personaje y de explicar los conflictos internos que lo conducen a tomar determinadas acciones.

La ya citada Vendedora de Huevos, una mujer que ha luchado en contra del machismo que no le permite del todo económicamente, ve en el linchamiento una oportunidad de vengarse contra el Hombre en general. Sin embargo, sus motivaciones no quedan muy claras y su accionar es ambiguo. También se construye el conflicto del Hombre de las Serpientes, un personaje que, siendo del Sector A, sufre el rechazo de los vecinos por sus extravagancias. Sin embargo, en la novela se esfuerza mucho por construir a este personaje, quizá realizando un excelente perfil psicológico, pero que a la larga quedó muy grande para el papel insignificante que termina ejecutando.

Hay otros personajes, como el Tomador de Fotos, un adolescente que queda impresionado profundamente por la belleza de la Muchacha, a tal punto que serí­a capaz de cometer una locura por ella. Sin embargo, de nuevo hubo un gran esfuerzo por construir este personaje, para que luego el narrador se olvidara de él, y ya no participara en la acción.

Asimismo, el conflicto que se desarrolla, la tensión entre sectores (clases sociales) de la Colonia, el cual supuestamente dispararí­a el clí­max de la novela, no alcanzó nunca niveles de verdadera tensión, ya que después se explica que el linchado no tení­a ninguna relación con el Sector C, y que se trataba, más bien, de un indigente que ya habí­a perdido la capacidad de razonar.

Además, era evidente que la intención original consistí­a en evidenciar el hartazgo de una sociedad ante crí­menes que no reciben castigo, y que utilizarí­an cualquier excusa para encender la chispa y resolver por medio de la violencia el conflicto entre sectores. Pero, de nuevo, esto quedó relegado, ya que el divisionismo dentro de la Colonia, en realidad, no terminó siendo la justificación del linchamiento, sino que fue más bien un intento (porque no queda claro nunca si al final abusó de la mujer) de violación, y la posteriormente muerte de la muchacha, que no fue por un asesinato directo, sino por una situación más bien incidental, ya que, tras un dí­a de lluvia, la joven cae en un charco, a tal punto que cae desmayada por el susto, y traga suficiente lodo que le provocará la asfixia final cuando se recuperaba en el hospital. Una explicación, por cierto, poco verosí­mil.

Por último, entre las deficiencias, es que el acto del linchamiento se queda muy corto con la crueldad que usualmente se hace en estos hechos, sobre todo en los que tenemos noticias en Guatemala.

Es, pues, la construcción de los conflictos y las tensiones que, al final de cuentas, quedan muy cortos o, incluso, improductivos, ya que no se utilizan o no se magnifican en la construcción del relato. Sin embargo, en los otros componentes de la narración, como la temporalidad, la construcción de personajes, la simbolización de los espacios y la narración en sí­ misma, un logro destacable para una primera novela, en la que se intuye una buena habilidad del autor para construir relatos bien entrelazados.

Autor: Arnoldo Gálvez Suárez

Tí­tulo: Los Jueces

Paí­s: Guatemala

Editorial: Letra Negra

Género: novela

Año: 2009

Páginas: 146

ISBN: 978-99922-425-7-5

Precio sugerido: Q142.00