Las estrategias de guerra militar delínean de una manera casi impecable el proceder de quienes las dirigen, a manera de evitar errores que posteriormente cuesten caro al contendiente que los cometa. De esa cuenta, algunos sucesos de esta semana muestran las maniobras bien orquestadas por los impunes de este país, que evidentemente son «veteranos» en ese actuar y han sabido explotar de la forma más beneficiosa para ellos una de las «debilidades» de su enemigo.
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Esos acontecimientos han tenido consecuencias institucionales graves, que han deteriorado la reputación de varias personas involucradas en esos hechos de manera irreparable. Una de ellas es la de Carlos Castresana, quien hasta el lunes último fungía como director de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala. Es decir, que la imagen que Castresana se armó a la luz de los medios de comunicación ha caído de manera abrupta, debido en fundamental medida a la moral fácilmente moldeable de -según un artículo de opinión del martes- una «sociedad hipócritamente puritana como la guatemalteca».
«Estos son días de algarabía» cita otro artículo de ayer, porque «cayó el más temible» de los adversarios de los impunes. Es decir, en su estrategia de inteligencia cuasi-militar, esos mismos que se han cobijado juntos, para evadir a la justicia, le han pegado al «pez gordo», creyendo con esto -y en buena medida aciertan- que han desanimado y disuadido para claudicar en su búsqueda por la justicia a una multitud de compatriotas.
¡Grave error! de parte de los «veteranos», porque hay todavía gran cantidad de personas, muy admirables y conocidas algunas, pero nada célebres las otras, que están, en la medida de sus posibilidades, trabajando en la construcción de una Guatemala diferente a la que tenemos hoy. Como en las estrategias de guerra, es necesaria la reunificación de los distintos sectores que están en la búsqueda de un sistema de justicia capaz de castigar a los infames, pero es necesaria también una reflexión profunda del actuar de cada uno de ellos, para que por vez primera, ahora sí, actuar en beneficio de este país, al que todos pertenecemos y dejar de lado la búsqueda de protagonismo político.
Por aparte y, por demás importante, es necesario recordar que el Estado es el que no ha cumplido con su responsabilidad en el proceso de combatir la impunidad, en cuanto a la promulgación de leyes que permitan la verdadera persecución de los criminales y la asignación de recursos para el sector justicia. Y, pues, claro, mientras el Estado de Guatemala esté administrado por los impunes, será difícil conseguir la justicia que esperamos tener y veremos caer a varios más como hemos visto sucumbir a Castresana.
Parece ser que el espectro político e institucional de Guatemala está más contaminado y revuelto que el río Motagua en estos días, por lo que es indispensable, además, poner mucha atención a las otras negociaciones en las que está no sólo el gobierno central, sino el resto de políticos hipócritas -representantes de los impunes- que aprovecharán la coyuntura y los réditos de largo plazo que ésta genere, para posteriores puñaladas a los ciudadanos.