Si una reforma tributaria tuviera como punto de partida un aumento al Impuesto al Valor Agregado en vez de modificar las tasas del Impuesto Sobre la Renta, seguramente que no habría la férrea oposición que siempre se plantea cuando alguien habla de ajustes a nuestro sistema tributario. Y es que el Impuesto al Valor Agregado que se aplica al consumo y que pagamos todos los ciudadanos cada vez que adquirimos bienes o servicios, es planteado como un impuesto justo desde la perspectiva de quienes influyen en el país por su fuerte posición económica, mientras que el ISR es expuesto como un despojo que se hace al ciudadano.
En todo el mundo funcionan impuestos directos e indirectos, pero el peso de éstos es lo que determina el sesgo del sistema tributario. Porque el impuesto indirecto que grava el consumo, como el IVA, es cubierto efectivamente por todos los habitantes de un país, pero lo que no se dice es que para quienes viven en condiciones de pobreza y subsistencia, el porcentaje del IVA es algo que afecta todo el ingreso de una persona, mientras que para quienes tienen capacidad de ahorro, el IVA grava sólo una parte del ingreso del contribuyente.
En otras palabras, con un Impuesto al Valor Agregado Universal, quien devenga un salario de dos mil quetzales al mes y se gasta todo su ingreso en cubrir los gastos esenciales de su familia, el IVA que paga merma su calidad de vida. En cambio, aunque proporcionalmente pague más quien consume cosas más caras (no indispensables), todo el remanente que destina al ahorro no está sujeto al Impuesto y de esa cuenta mientras más capacidad tenga para ahorrar un contribuyente, menor parte de su ingreso mensual estará realmente afecto al IVA.
Para muchos empresarios si el Estado requiere más ingresos lo que debiera hacer es aumentar la tasa del IVA al quince por ciento o más, sin tocar ningún otro tributo para no aumentar por esa vía la carga fiscal. Y se dice que es justo porque así cada quien contribuye de acuerdo con sus posibilidades; quien puede gastar diez mil quetzales al mes pagará más impuestos que quien sólo puede gastar mil. Pero el que sólo puede gastar mil sabe que ese ingreso apenas le alcanza para alimentarse pobremente y sobre eso paga un doce por ciento, mientras que quien gana diez mil puede ser más selectivo en sus compras, no digamos quienes ganan más de esa cantidad y tienen poder para ahorrar parte de sus ingresos.
Los impuestos siempre han sido y serán tema polémico, pero en Guatemala se vuelven cuestión de honor ideológico para algunos que por prurito dirán siempre que no a cualquier reforma.