Los hondureños se oponen en protestas


Soldados hondureños mantienen la vigilancia en las calles de Tegucigalpa. FOTO LA HORA: AFP FRANKLIN RIVERA

Ambos son cuarentones y trabajan duro para mantener a sus familias. Ambos afirman que luchan por la democracia. Sin embargo, los caminos de estos dos hondureños se cruzan en protestas desde un bando y otro en una profunda división.


Mientras Marlene España miraba desfilar a los partidarios del presidente de facto Roberto Micheletti, elegantes y vestidos de blanco, en una manifestación contra el derrocado Manuel Zelaya, les gritaba: «Â¡No tenemos dinero, pero tenemos dignidad!»

Aunque Zelaya forme parte de una pequeña elite que gobernó Honduras durante décadas, es considerado un í­dolo por los pobres tras su giro polí­tico hacia la izquierda, influenciado por el presidente venezolano, Hugo Chávez.

La sorpresa que generó el regreso de Zelaya a Honduras, tras cerca de tres meses de exilio, desató una nueva ola de manifestaciones desde ambos bandos frente a su refugio, establecido en la embajada de Brasil en Tegucigalpa.

La familia de España tiene una historia de resistencia izquierdista en Honduras, donde el Ejército, respaldado por Estados Unidos, mantuvo a la población bajo un estrecho control durante décadas. La mujer, de 45 años, es una tí­pica partidaria de Manuel Zelaya.

España opinó que la mayorí­a de los hondureños sufrieron durante años la indiferencia de los polí­ticos, los militares y la Policí­a, quienes siempre respaldaron a los adinerados. «Los ricos siempre quisieron dirigir a los pobres, pero esta vez el pueblo hondureño no lo va a permitir. Nunca más».

Abraham Audonie es un empresario farmacéutico de 40 años y niega que la crisis sea entre ricos y pobres.

Las manifestaciones en las que participa, a favor de Micheletti, son apodadas «las protestas perfumadas» por el aspecto de sus participantes, en contraste con el de los zelayistas, quienes, en muchos casos, pasaron dí­as acampando en las afueras de la capital.

«Sí­, somos parte de la clase media alta, pero también hay gente de clases más bajas que siguen nuestro movimiento», insistió Audonie, quien marchaba vestido con una camiseta de marca, pantalones vaqueros y zapatos de cuero.

Audonie temí­a que desapareciera la clase media bajo el gobierno de Zelaya, como afirmó ocurrió en revoluciones izquierdistas pasadas en Nicaragua o Cuba.

«Siempre hemos escuchado que Estados Unidos es una tierra de oportunidades, pero, para mí­, Honduras lo es. Algunos de quienes fueron mis empleados lanzaron sus propios negocios», añadió.

Como Audonie, España es nieta de campesinos españoles instalados en Honduras tras huir de la miseria. Afirmó que la injusticia social ya existí­a en los años 1980 en su paí­s, cuando la Policí­a, que buscaba a su hermano, miembro de un movimiento revolucionario, entró a la casa familiar destruyendo todo a su paso.

Esta ex maestra, ahora asistente social, añadió que sus tres hijos mayores, todos universitarios, ya integran el movimiento de resistencia que se creó tras el golpe de Estado.

Por su parte, Audonie reconoció que hasta este año, jamás habrí­a pensado en manifestarse y afirma que no entiende el amplio respaldo que la comunidad internacional brinda a Zelaya, quien es acusado de corrupción, malversación de fondos públicos y violación de la ley.

«Nunca pensé que saldrí­a a las calles a luchar por mis derechos y mi libertad. Ahora siento que debo manifestar y luchar por la democracia».

Pero los partidarios del mandatario depuesto también creen que deben pelear por la democracia. «Si cometió un crimen, Zelaya tení­a que ir a la cárcel», afirmó España. «La Constitución fue violada el 28 de junio, cuando el Ejército lo expulsó».