Ulises Ixcot, ordenaba una caja con papeles que tenía en su despacho en el juzgado de Almolonga. Casualmente encontró una arrugada hoja amarillenta que contenía un poema escrito con máquina de antigua impronta. Ulises es un quetzalteco de pura cepa, orgulloso de ser chivo y con quien intercambiamos algunos pasajes de la rica historia de Los Altos, por eso tuvo la atención de enviarme una copia. No es el autor ni sabe quién es pero se refiere a los miembros de la Corporación Municipal de Xela que mandó a fusilar Rafael Carrera, el llamado Adorado Caudillo de los Pueblos.
El fervor cívico de los quetzaltecos es ejemplar. Los consolidan evocando figuras heroicas como Tecún Umán y en tiempos más recientes con los mártires de 1838 y 1897. A estos últimos se les ha dedicado el monumento conocido como “Arco Conmemorativo a las Víctimas de 1897 del Sexto Estado de Los Altos” concluido casi un siglo después del inicio de construcción (aquí lo del “Sexto Estado” confunde a los quetzaltecos). Impresionante construcción que tiene un león en la parte alta. Esos quetzaltecos (destacaban Aparicio y Aguilar) defendían la Constitución y se opusieron a las intenciones de continuismo de Reina Barrios (quien habría de ser asesinado un año después). Pero 60 años antes, precisamente el 2 de abril de 1838 fueron sacrificados los 18 miembros de la Corporación que abiertamente respaldaban al Sexto Estado. No hubo juicio, solo la orden de Carrera. Tienen su monumento cerca del INVO. En ese entonces el patriotismo se centraba en la independencia que así era la tendencia y también producto de una política centralista expoliadora de las provincias, hoy día el proceso es contrario, la integración. En todo caso ese “nacionalismo chivo” una expresión de pertenencia, de amor a su patria chica de esa encantadora región que se comprende dentro de Guatemala. Por eso tal sentimiento enriquece a toda la nacionalidad guatemalteca. Aquí el poema:
A los mártires del 2 de abril
Anónimo
Sonaron veinte disparos
Antes de rasgar el alba
De rojo la madrugada
Rompió la paz de la noche
Los chivos de Olintepeque
Se levantaron de golpe
Y por los llanos de Urbina
Relincharon los caballos
¿Escuchó doña Mercedes
Esos tiros hoy temprano?
¿A quién quitaron la vida
Antes de que el sol los viera?
Fueron dieciocho valientes
Que su torso descubrieron
Sin temor a los fusiles
Con el rocío en sus labios
¿En qué delito incurrieron
Para que así los castiguen?
Ningún delito Manuela
Cometieron esos hombres
Entonces ¿por qué el aliento
Arrancaron de sus pechos?
En esta fría mañana
En una esquina del parque
Si acaso infracción hicieron
Fue defender a su tierra
Y sin cuartel se opusieron
A quien venía de oriente
Ni un paso atrás, ni uno fuera
Los dieciocho del Concejo
Fueron pasados por armas
Por órdenes de Carrera
¡Ay! Comandante Carrera
¡Ay! “Adorado Caudillo”
¡Que pronto tengas tu juicio!
¡Que dicten ya tu sentencia!
Siete lenguas viperinas
Derramaron su ponzoña
Por los valles y los ríos
De la tierra ensangrentada
Las aguas del Xequijel
Volvieron a teñir de rojo
Y diez notables bajaron
De los diez cerros del valle
Llevaban como mortaja
La bandera tricolor
Y cuando asomó la luna
Lloró lágrimas de plata.