Los haitianos buscan la suerte


Fe. Cientos de haitianos han acudido a la fiesta religiosa a pedir la solución de sus problemas.

A pie, sobre animales o en vehí­culos, miles de haitianos parten en julio de cada año a buscar la suerte en Saut d’eau, una pequeña ciudad a unos 60 km de Puerto Prí­ncipe célebre por su cascada de 30 metros de alto.


La fiesta de la Virgen de «Mont-Carmel», cada 16 de julio, es una ocasión para los católicos haitianos de manifestar su creencia en el vudú, la principal corriente religiosa en el paí­s. La Virgen de los milagros, Erzulie para los vuduistas, habrí­a aparecido en Saut d’eau a mediados del siglo XIX.

Los fieles llegan a la iglesia de la ciudad para pedir por la realización de sus deseos. «Aquí­ me encuentro Virgen de los milagros, vengo a verte para apartar lejos de mí­ todos los complots y los males que me acosan», reza un joven con una ofrenda floral sobre su cabeza.

En la explanada al frente de la iglesia, cientos de personas se empujan y apresuran por ingresar. En las calles vecinas, llenas de lodo y con embotellamientos, un flujo ininterrumpido de personas circula en todos los sentidos.

«Conoces mi necesidad, no podré regresar mañana, mucha gente», señala un hombre con una vela encendida en medio del gentí­o. A su lado, una mujer con una calabaza tallada arroja garbanzos al suelo como ofrenda.

«Sabe por qué estoy aquí­, soy una creyente, no tengo dudas que me escucha», afirma Valérie, de 42 años, madre de tres niños y con el rostro marcado por el llanto.

Las súplicas aumentan. Mendigos, ciegos y otros minusválidos lloran sus penas y extienden la mano a los peregrinos, peleándose por las monedas arrojadas por los más afortunados.

En una calle cercana, algunos peregrinos consultan a un sacerdote vudú que cae en trances para realizarles revelaciones y darles fórmulas mágicas para resolver sus problemas.

Además de la iglesia, otro sitio para la celebración de la fiesta de la Virgen de «Mont-Carmel» es la cascada ubicada a pocos kilómetros de la ciudad.

Muchos creyentes hacen decenas de kilómetros a pie a busca del «agua milagrosa». «Venir a pie, es tener la fe de que después de la penitencia vendrá la recompensa», aseguran los primos Rubens y Lambert.

La subida a la fuente es dura. Maldina emprende el ascenso tras haber pedido a la Virgen para que hable al padre de su hijo «de 9 años que vive en Estados Unidos y no se ocupa de su niño».

En el camino, mujeres y hombres se detienen para dejar una vela encendida en un tronco con la figura de «San Pedro», para los vuduistas. «Llevará nuestras plegarias a Dios», dijo una mujer. Luego de rezar en voz alta, acaricia el árbol y lleva su mano a su rostro.

Una vez en la cascada, los creyentes pueden pasar horas en el agua, a veces en trance. Con sus brazos elevados al cielo, bajo la caí­da del agua o acostados en los cursos de agua que corren sobre grandes rocas, toman «el baño de la suerte».

Según la tradición, los fieles dejan como ofrenda una prenda de ropa o un objeto personal.

La fiesta de la Virgen de «Mont-Carmel» atrae también a miles de jóvenes en busca de placeres, lo cual lleva a las ONG a multiplicar las distribuciones de preservativos en su lucha contra el sida.

«Sabe por qué estoy aquí­, soy una creyente, no tengo dudas que me escucha.»

Valérie, de 42 años, madre de tres niños y con el rostro marcado por el llanto.