Los golpes que duelen e indignan no doblegan, fortalecen


En diciembre se me entrecruzan los sentimientos. Recuerdo mi niñez, en la que hubo alegrí­a, privaciones e inolvidables momentos. No hay en mi mente algo aciago que me haya afectado o golpeado. Esto llegó después, mucho después.

Ricardo Rosales Román

Parte de nuestra acumulada felicidad con mi compañera de toda la vida, se acrecentó con el nacimiento de Ernesto, nuestro tercer hijo, el 3 de diciembre de 1969. La vida nos golpeó muy duro con su fallecimiento el 19 de diciembre de 1971. Seis años después pareció que nuestra alegrí­a común se renovaba y florecí­a cuando nació Miguel José, el cuarto de nuestros hijos. Como golpe demoledor nos cayó su prematura muerte. Nació el 10 y falleció el 13 de diciembre de 1977.

En ese entonces, yo estaba en la clandestinidad. No llegué a comprender cómo pudo soportar Ana Marí­a, sola, estas tan difí­ciles y duras pruebas. Más tarde, me lo pudo referir. Por mi parte, sentí­ como que la vida se me agotaba. Hasta me parecí­a que la muerte rondaba por todos los lugares de refugio, cobijo, solidaridad y protección de que el partido disponí­a, a veces en forma de lo más precaria y limitada, pero nunca carente de calidez, fraterna camaraderí­a y resguardo.

Polí­ticamente, en un mes como el que está por terminar pero del año de 1974, la dirección nacional del Partido Guatemalteco del Trabajo, PGT, en particular y, en general, la militancia partidaria, la clase obrera, los campesinos y capas populares de la población de nuestro paí­s, sufrieron uno de los más duros y severos golpes de su historia. El dí­a 20, a eso de las 18:30 horas, el compañero Huberto Alvarado Arellano, junto a otro destacado miembro del Comité Central y un aguerrido y probado cuadro militar a cargo del trabajo de frontera bajo la responsabilidad del ya fallecido Juan Tché (Joaquí­n Noval), se enfrentaron valientemente a las fuerzas represivas del gobierno militar de Kjel Eugenio Laugerud Garcí­a.

Uno de ellos quedó muerto en el tejado de la casa de la zona 12 capitalina, en donde los tres estaban reunidos. El segundo logró evadir el cerco momentáneamente, pero después de capturado, lo asesinaron. El compañero Huberto Alvarado, por su parte, resultó herido y fue apresado por las fuerzas policiales y del Ejército a las que se enfrentó. Los esbirros que lo detuvieron, lo asesinaron la madrugada del dí­a siguiente, después de haberlo sometido a bárbaras torturas. Su cadáver fue abandonado en un lugar de los alrededores de la ciudad capital y muy distante de donde dejaron el del otro compañero.

Huberto Alvarado Arellano es uno de los fundadores del destacamento organizado de la clase obrera guatemalteca. Desde septiembre de 1949, pasó a formar parte de su Comité Central. Más tarde fue miembro de la Comisión Polí­tica y del Secretariado. En septiembre de 1972 se le eligió como Secretario General del CC, cargo que ocupó hasta el momento de su asesinato.

En su trabajo sobresalen sus elaboraciones teóricas, obra literaria y de investigación, así­ como otras importantes responsabilidades que tuvo a su cargo durante los diez años de la primavera democrática. Fue el dirigente principal del grupo Saker-ti que reuní­a a lo mejor de la intelectualidad guatemalteca joven de entonces. Escribió enjundiosos artí­culos que fueron publicados en la Revista de Guatemala, de cuyo directorio formó parte. Además, fue columnista, primero, en Octubre y, después, en el órgano de circulación legal del partido que le sucedió, Tribuna Popular. A la caí­da del régimen democrático del presidente Arbenz, estuvo en Ecuador y se incorporó a las labores de la prestigiosa Casa de la Cultura Ecuatoriana.

A su regreso al paí­s, trabajó en la clandestinidad como parte de la dirección nacional del partido. En dos oportunidades, con sobrada audacia, logró escapar del cerco que le tendieron las fuerzas de policí­a para capturarlo. En una ocasión estuvo detenido en una de las ergástulas de la policí­a y gracias a que no fue identificado por sus captores, se le dejó en libertad.

Sus aportes al trabajo de dirección tanto en lo elaborativo como en lo práctico, fueron de lo más valiosos. Algunos de sus artí­culos más importantes están publicados en Experiencias y en Nuestras Ideas, sucesivas revistas teóricas y de estudio que circularon clandestinamente durante varios años. Fue uno de los redactores principales de Verdad, el órgano del Comité Central en la clandestinidad y del que llegó a ser su director.

Huberto Alvarado Arellano fue un convencido partidario de la unidad del movimiento revolucionario armado guatemalteco y fueron importantes sus esfuerzos que hizo por lograrlo. Infortunadamente no alcanzó a ver que se concretaran. Fue hasta principios de 1982 cuando se constituyó URNG. En 1989, se incorporó a la unidad el CC del PGT, luego de la exclusión del Núcleo de Dirección Nacional.

La experiencia enseña que a lo largo de la vida y en el curso de la lucha revolucionaria hay golpes que –por duros que sean–, en lo personal y polí­ticamente, no doblegan sino que fortalecen.