Los glóbulos de Lass


Lassana Diarra, volante francés del Real Madrid, tiene una extraña enfermedad congénita que lo ha dejado fuera del Mundial de Futbol. FOTO LA HORA: AFP FRANCK FIFE

Probablemente, Lass Diarra, francés de ascendencia maliense, nunca enfermará de paludismo cuando viaje al ífrica subtropical: una mutación genética en su hemoglobina hace que sus glóbulos rojos, en vez de ser redondos, tengan forma de hoz. Este rasgo, de carácter hereditario -el organismo de los habitantes de zonas en que la malaria es endémica se adapta para sobrevivir, para resistir mejor la enfermedad-, fue, sin embargo, el causante de un susto -fuertes dolores abdominales, un principio de hemólisis, rotura de glóbulos rojos con la consiguiente pérdida de hemoglobina, de oxí­geno en la sangre- y de quedarse fuera, a los 25 años, de la selección francesa en el Mundial: el futbolista deberá reposar durante 10 dí­as para recuperarse. Ayer mismo viajó a Lyon, a un hospital en el que se someterá a diferentes análisis para confirmar que sufre ese rasgo hereditario.


Todo sucedió en el glaciar de Tignes, en los Alpes franceses, a 3 mil metros de altitud, donde el centrocampista del Madrid estaba concentrado a las órdenes de Raymond Domenech, y se conoció el sábado, cuando Alain Simon, el médico de la selección, comunicó sus sospechas a su colega del Madrid. Ni los servicios médicos del club español ni los de la federación francesa conocí­an hasta entonces el rasgo genético del parisiense. Si lo hubieran sabido, muy probablemente no le habrí­an permitido concentrarse a tanta altitud, una costumbre de la selección bleu antes de los Mundiales, pues la altura, al igual que el ejercicio fí­sico extenuante, al máximo, aumentan la posibilidad de un brote agudo, como el que padeció Lass Diarra.

Aunque en el club no asocian este rasgo fisiológico a los problemas de salud recurrentes del jugador en la segunda vuelta de la Liga, enfermedades y lesiones que provocaron cierto escepticismo, tampoco descartan someter a una prueba sanguí­nea a los jugadores para comprobar si portan la mutación genética y poder hacer trabajo de prevención con ellos: controlar su hidratación, evitar el ejercicio en altura…

En Estados Unidos, donde el 8% de la población afroamericana es portadora de este rasgo genético del glóbulo falciforme, han muerto en la última década 21 jugadores universitarios de fútbol americano mientras se entrenaban. Ocho de ellos sufrí­an este problema. Este dato llevó recientemente a la NCAA, el organismo que regula el deporte universitario estadounidense, a estudiar la obligatoriedad del test de detección entre los jugadores negros. Sin embargo, aún no se ha llegado a un acuerdo sobre una medida que las asociaciones de enfermos consideran discriminatoria -podrí­a servir de base para excluir de los equipos a los pacientes- y que varios cientí­ficos creen innecesaria: cuatro de los fallecidos sabí­an desde pequeños que sus glóbulos eran diferentes y conocí­an el peligro que corrí­an, pero no por ello dejaron de entrenarse hasta la muerte. Propugnan, en su lugar, un cambio en los programas de preparación.