Los frutos de Góngora


Luis de Góngora, según cuadro del pintor español Diego Velázquez (1599-1660)

Luis de Góngora y Argote nació en Córdoba, España, el 11 de julio de 1561, y murió en el mismo lugar el 23 de mayo de 1627. Con motivo de sus 380 años de muerto, se revisa su obra, para recordar a uno de los provocadores de lo que a inicios del siglo XX serí­a considerado la poesí­a de vanguardia.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

Luis de Góngora fue un poeta español del Siglo de Oro. Debido a sus caracterí­sticas y a sus posteriores imitadores y seguidores, se designó a este tipo de poesí­a como Gongorina o Culteranista.

Luis de Góngora no publicó en vida ninguna de sus obras; sin embargo, esto era muy normal en su tiempo, debido a las dificultades de impresión que se tení­a. Su poesí­a fue pasada de manuscrito en manuscrito, hasta llegar a nosotros.

Góngora, pese a que publicó en varios géneros, es más conocido por la poesí­a. Dos de sus poemas son motivo de culto poético: La fábula de Polifemo y Galatea (1612) y Soledades (1613).

En estos, se muestra ya su compleja poesí­a, difí­cil de comprender, llena de recursos retóricos, como el hipérbaton (la alteración del orden gramatical de la oración, con la finalidad de provocar un sonido más agradable), las metáforas oscuras, las simetrí­as y las alusiones a la cultura grecolatina clásica.

El producto final de la poesí­a de Luis de Góngora es completamente incomprensible a primera vista, pero, al contrario, se favorece la musicalidad y la sonoridad del poema.

Según se ha demostrado a través de difí­ciles crí­ticas literarias, los poemas de Góngora pueden ser descifrados, lo cual necesita de un ejercicio muy acusioso e inteligente para hacerlo, pero con una gran satisfacción y recompensa.

Los frutos gongorinos

Durante el neoclasicismo (siglo XVIII en España), Góngora fue despreciado por los poetas y crí­ticos, sobre todo por el oscurantismo de su poesí­a. A partir de ahí­, habrí­a quedado prácticamente en el olvido.

Para el tricentenario de su muerte, en 1927, un grupo de poetas españoles, liderados por Federico Garcí­a Lorca, decide reunierse en torno a Góngora, con lo cual lo rescatan de ese olvido. Por esa razón, a ese grupo se le conoce desde entonces como la Generación del 27, que fueron reunidos por el culterano autor.

La Generación del 27 no lo utilizó sólo como un motivo de reunión. Es más, la estética de Góngora se convirtió en motivo de culto para ellos, por lo que adoptaron algunos de sus principios.

Por ejemplo, la preferencia por el sonido fue una de las bases; Garcí­a Lorca, por ejemplo, y Rafael Alberti, entre otros, desarrollaron su poesí­a a la luz de una sonoridad exquisita.

Los hipérbatos (es decir, el plural de hipérbaton) de Góngora fueron motivo de adoración, sobre todo por su oscurantismo.

Sin embargo, anteriormente, los simbolistas franceses del siglo XIX ya habí­an retomado a Góngora, pero en otro aspecto. Y es que el poeta español, para dar más libertad a su poesí­a, huyó en gran medida de la versificación, lo cual provocó en su imitación la aparición del verso libre.

Es decir, el oscurantismo en las imágenes, la preferencia por la sonoridad, el verso libre, los simbolistas franceses y la Generación 27 de España, deben considerarse hijos de Góngora.

En Guatemala, otro poeta admiró hasta el seguimiento de su estética a Góngora; se trata de Luis Cardoza y Aragón, pero esa ya es otra historia.

POLIFEMO

De este, pues, formidable de la tierra

Bostezo, el melancólico vací­o

A Polifemo, horror de aquella sierra,

Bárbara choza es, albergue umbrí­o

Y redil espacioso donde encierra

Cuanto las cumbres ásperas cabrí­o,

De los montes esconde: copia bella

Que un silbo junta y un peñasco sella.

Un monte era de miembros eminente

Este que -de Neptuno hijo fiero-

De un ojo ilustra el orbe de su frente,

í‰mulo casi del mayor lucero;

Cí­clope a quien el pino más valiente

Bastón le obedecí­a tan ligero,

Y al grave peso junco tan delgado,

Que un dí­a era bastón y otro cayado.

Luis de Góngora y Argote

GALATEA

Ninfa, de Doris hija, la más bella,

Adora, que vio el reino de la espuma.

Galatea es su nombre, y dulce en ella

El terno Venus de sus Gracias suma.

Son una y otra luminosa estrella

Lucientes ojos de su blanca pluma:

Si roca de cristal no es de Neptuno,

Pavón de Venus es, cisne de Juno.

Purpúreas rosas sobre Galatea

La Alba entre lilios cándidos deshoja:

Duda el Amor cuál más su color sea,

O púrpura nevada, o nieve roja.

De su frente la perla es, eritrea,

í‰mula vana. El ciego dios se enoja,

Y, condenado su esplendor, la deja

Pender en oro al nácar de su oreja.

Luis de Góngora y Argote