Los fiscales y la escena del crimen


La ola de violencia, sumada a los accidentes de tránsito, hacen que todos los dí­as se tenga que interrumpir el tráfico de vehí­culos en concurridas arterias que se convierten en la «escena del crimen» a donde llegan fiscales del Ministerio Público para realizar las primeras diligencias de lo que debiera ser una profunda investigación para determinar las responsabilidades penales. Ayer fue un ejemplo de cómo se altera la vida de decenas de miles de personas por ese «trabajo» que realizan los investigadores, puesto que la trágica muerte de dos personas en un accidente vial en la carretera a El Salvador provocó un caos de esos a los que ya nos tenemos que ir acostumbrando.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Los fiscales se tomaron su tiempo para llegar (la bicoca de cuatro horas), tiempo suficiente para que se contaminara la escena del crimen y para que cuando llegaran su trabajo fuera poco efectivo. Pero el caso es que el accidente fue a las once de la mañana, pero los cadáveres fueron levantados del lugar hasta las cinco de la tarde, es decir, seis horas que hicieron falta para que los diligentes encargados del manejo de la escena del crimen realizaran su labor.

Si como resultado de ese arduo trabajo viéramos un incremento en las condenas y la deducción de responsabilidades, creo yo que todos los guatemaltecos aceptarí­amos el sacrificio sin chistar porque ello serí­a para asegurar que la justicia prevalezca y que los delincuentes, tanto los asesinos como los que violan las leyes de tránsito, pagaran por su culpa.

Pero cuando uno ve que tras horas que los agentes del Ministerio Público se pasan colocando banderitas, plaquitas con números para identificar sitios donde quedaron las evidencias, tomando fotografí­as desde todos los ángulos posibles, interrogando a testigos y realizando cientí­ficas pesquisas, el producto del empeño termina en algún archivo de la institución, no puede sino lamentarse de tan triste pérdida de tiempo y de recursos.

Una vez me tocó presenciar ese trabajo del Ministerio Público y vi al personal en su ir y venir realizando mediciones y recabando pruebas minuciosamente. En una de esas llegó un fotógrafo de prensa y el fiscal que tení­a a su cargo la investigación se volvió un energúmeno cuando vio al reportero realizando su trabajo fuera de las cintas que resguardaban la escena y lo amenazó a gritos con meterlo preso. Inclusive detuvo su trabajo para ordenar a los policí­as que retiraran al reportero que para nada se habí­a metido entre las cintas que colocaron para aislar la escena, pero el fiscal tení­a que mostrar su tremenda autoridad y lo hizo en forma prepotente con el fotógrafo.

Si hubiera metido preso al periodista, por lo menos alguien hubiera ido al bote por ese caso, porque pasados más de dos años de aquel crimen, no se hizo absolutamente nada y, como ocurre con el 98 por ciento de los casos de violencia que ocurren en el paí­s, el asunto fue convenientemente engavetado sin que las evidencias recabadas sirviera para ni jota. Eso sí­, durante unas cuatro horas el fiscal cerró una importante arteria y se dio aires de importancia, sabiendo que era un pobre diablo y que su trabajo era un eslabón más en la cadena de impunidad deliberada que hay en el Ministerio Público.

Por ello es que la tal investigación en la escena del crimen sigue siendo, hoy por hoy, una burla a la población que tiene que soportar la lenta «diligencia» de los investigadores.