Los espejos y nosotros


Dicen que los aborí­genes americanos aceptaron espejos a cambio de oro; yo creo que aún los seguimos aceptando.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

El chapí­n (o la chapina) es el nombre que se le da al nombre colectivo de las personas que habitamos en este paí­s. Bueno, ahora se le dará a los guatemaltecos que viven en Estados Unidos, quienes se han de sentir muy orgullosos de que se les llame así­, y hasta una lágrima se le saldrá al recordar su identidad.

El hecho es que yo soy poco dado a autodenominarme como chapí­n, no porque no me sienta guatemalteco, sino porque creo que no hay una definición adecuada del término. Recuerdo en este tema las definiciones jocosas de José Milla, que escribiera en sus cuadros de costumbres. El problema es que yo soy muy recatado y tí­mido, y no me siento, como dice el escritor, alharaquero, shute, dicharachero, etc.

Esa identificación del chapí­n que comúnmente nos creemos, no logra cazar con la mayorí­a de gente. Es probable que José Milla sólo se haya enfocado en la clase acomodada de los primeros años de la república, dejando afuera a miles de personas que no encuadran con esa definición.

La definición de chapí­n es una imagen que se nos ha hecho creer durante muchos años a los que vivimos en esta tierra. El problema consiste en que una persona (o un pueblo, en este caso) no logra conocerse sino es por medio de una «ayuda externa». Es decir, si yo quiero saber cómo soy, debo verme a un espejo. Pero la imagen que veo en él, no soy yo, sino una imagen que me dice «algo» de quien soy.

Pero, cuando el «espejo» son textos humorí­sticos de José Milla, la imagen puede estar distorsionada. No me quejo de estos cuadros de costumbres, pero, para la vida real, no me identifico.

Mi verdadera intención es buscar los espejos que actualmente nos imponen, para que nos autodefinamos. La mayorí­a de estas imágenes, forzosamente, están construidas a través de la publicidad y los medios de comunicación masiva.

Actualmente, experimentamos, al menos en la capital, la asamblea del Comité Olí­mpico Internacional. Cuando veo las fotografí­as de esa «calle olí­mpica» pienso en que nosotros comúnmente no jugamos bádminton ni montamos a caballo. Si me trato de ver en la campaña polí­tica, no veo en mí­ una persona violenta, ni temerosa, ni que se deslumbra por un caudillo.

A lo que quiero llegar es que nos están vendiendo una imagen de paí­s diferente a la que yo creo que somos, pero que, por la visión de esos espejos, probablemente nos lo lleguemos a creer.

En términos generales, por lo que vemos en los medios, nos están diciendo que somos un paí­s violento, hambriento, pobre, apolí­tico, quejoso, llorón, peleonero, etc.

Los «chapines» somos mucho más que eso. Pero, como dice el dicho: «hace más bulla un árbol que cae, que el bosque que crece». (http://diarioparanoico.blogspot.com/)