LA NOVELíSTICA GUATEMALTECA, de la que ya poco se habla, se ha enriquecido con la interesante obra del escritor Luis N. Radford, a quien el pasado 21 de septiembre del 2006, bajo el gran domo del palacio nacional, le fue entregada la novela llamada LOS ENGANCHADORES, un enjundioso libro de 294 páginas editado por C.A.L.P. que se suma a las ya publicadas por el autor recordado Rancho de Manaco, Las Cartas a la Meches y su Regreso, Del Crepúsculo a la aurora, otras y su penúltima, Realidad Histórica del Palacio Nacional, del cual es su historiador.
La novela vale por sí mismo, su contenido, y onirismo con el que ponen en actualidad el nuevo concepto de Enganchadores, que no es el conocido de los que buscan gente en el altiplano del país para llevarlos a trabajar a las fincas, sino su símil actual contemporáneo según la novela, de los modernos enganchadores tales como «los políticos mentirosos y… los sindicalistas «matreros», los ultramodernos narcotraficantes, y las ya comunes maras «punteados por todo el cuerpo con figuras raras, igualito que aquellos que vinieron con diablos y mujeres en pelota, matando para conseguir eso que se dice drogas» (Sic). Todo en su novela envuelto en verdades, amargas, tristes e historias alegres que él mezcla con sutil fantasía como la que a mi me corresponde aclarar de esta novela de mi amigo Luis N. en la que 85 veces menciona nuestro nombre y apellido.
El autor trata en las páginas, de derroches de bondades en la más excelente de las amistades como la que ha existido entre él y quien escribe ese enfoque, del derroche del mal por los contemporáneos enganchadores, como del más falso de los amores de la protagonista de la novela. Refiere historias que de Luis N. y yo fueron conocidas, algunas vividas y otras contadas, como el de las aventuras en cacerías y parajes de la pequeña finca que ambos disfrutamos, y por eso usa el nombre de Santiago Villanueva (sin otro apellido) como personaje de la novela, pero aclaro, es en la más pura ficción ya que éste en la vida real, nunca ha disfrutado de dólares y menos que los haya regalado y comprado fincas. Ni ha existido la cueva de murciélagos por el personaje conocida donde se guardaran, sino que es producto de la fantasía del novelista. Por lo demás son cuentos que pudieron haber sido reales.
Todo lo explica el escritor en la siguiente acotación que hacemos de sus páginas: «Han pasado tantos años que se acumulan en la historia, la cual va cambiando de boca en boca para llenar ese olvido, se inventa, se exagera, o se cambia al antojo del relator. Y lo que fue, ya no es como lo era, todo sin excepción alguna cambia, se destruye y la mente altera para pintar de otra o nueva manera la realidad que se escapó por las sendas del olvido». Así que Luis N. Radford sustituye los nombres y los hechos con la genialidad de su imaginación literaria en narraciones y figuras de literatura vanguardista.