Los efímeros propósitos para el Año Nuevo


Oscar-Clemente-Marroquin

Tanto en el plano individual como en el plano social y colectivo, estas fechas en las que arranca un nuevo año son propicias para formular una serie de buenos propósitos que tienden a mejorar nuestra situación y a cambiar nuestra actitud. La experiencia demuestra que muchos de esos buenos deseos son realmente efímeros y duran lo mismo que el compromiso para iniciar la dieta a fin de bajar de peso.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


En el plano social, es decir desde la perspectiva de la sociedad, también escuchamos una serie de buenas intenciones que en el caso de Guatemala se justifican más porque justamente en enero se produce el cambio de gobierno y por lo tanto se celebra cada uno de los aniversarios del ejercicio del poder de nuestras autoridades.

Por enésima vez, por ejemplo, escuchamos que uno de los objetivos que se han trazado es el de mejorar la imagen del Congreso de la República que, en opinión de quienes han de asumir la responsabilidad de dirigir la directiva, se ve afectada por la influencia negativa de los medios de comunicación o al menos de algunos de ellos “que únicamente destacan lo negativo que ocurre entre los diputados, sin dar a conocer las cosas buenas que pasan en el Organismo Legislativo.” Y el remedio, según anuncian, será empezar a destacar como información lo bueno que hacen nuestros diputados, con lo que esperan que la percepción ciudadana sobre el papel que juegan cambie en forma radical en este año 2013.

Hay que desear buena suerte a los que creen que mediante una campaña publicitaria pueden darle caravuelta al sentimiento de malestar y frustración que causa la falta de compromiso de nuestros diputados. Y ya no digamos siquiera compromiso con sus electores, compromiso con el pueblo de Guatemala y sus intereses, sino que llegan al colmo de que ni siquiera actúan consecuentemente con los partidos que los postularon y por ello vemos el corrimiento que hay entre bancadas, porque la mayoría no tiene otro objetivo que el de estar bien con los que tienen más chance de puntear en las próximas elecciones.

Decir que en el Congreso hay cosas positivas porque después de varios años y ante la persistente presión de la opinión pública se aprobó la Ley Contra el Enriquecimiento Ilícito es querer borrar cuestiones tan graves como la aprobación de la ley de Telecomunicaciones y las razones por la que dicho cuerpo legal fue aprobado. El dinero que corrió a raudales entre los representantes fue de tal cantidad que en ese caso no valieron disidencias ni hubo furibundas oposiciones. Como cuchillo caliente en mantequilla pasó esa ley controversial que no tiene ningún efecto positivo para el país, pero sí lo tiene, y mucho, para los operadores de las frecuencias propiedad del Estado.

Ciertamente la eficiencia de un Congreso no se puede medir por la cantidad de leyes aprobadas, pero sí por el tipo de leyes que reciben el visto bueno de la mayoría de diputados. La Ley Contra el Enriquecimiento Ilícito tuvo que “suavizarse” en el tema del tráfico de influencias porque de lo contrario no hubiera pasado porque ponía en peligro a poderosos empresarios que viven precisamente del tráfico de influencias.

En el Ejecutivo ocurre otro tanto y luego de que los ministros presentaron su renuncia para dejar en libertad al presidente para removerlos, como si no fuera una de sus facultades constitucionales nombrar o remover a los ministros y secretarios, ahora empieza un nuevo ciclo lleno de “buenas intenciones” y por enésima vez del diente al labio se habla de la transparencia como uno de los objetivos. Hasta se creó una Comisión para tal fin pero ni esa comisión ni la Contraloría de Cuentas ni el Ministerio Público mueven un dedo ante negocios como el de Puerto Quetzal, que por vergonzoso que sea, goza de la bendición del mandatario y con eso se le pone punto y final al incidente.

El 2013 no es distinto al 2012 si los ciudadanos no nos decidimos a hacerlo distinto y para eso hace falta mucho.