Los dominicos y la Independencia de Guatemala


Grabados que representan a los pueblos que integraban el Antiguo Reino de Guatemala en 1808 y publicados por las autoridades de la Ciudad en la Jura por Fernando VII durante el mismo año.

Por Fernando Urquizú Gómez

El presente artí­culo expone el papel de la Orden de Predicadores de Santo Domingo en el proceso de independencia del antiguo Reino de Guatemala, teniendo como principales puntos de referencia aspectos generales su historia.


LOS DOMINICOS EN EL ANTIGUO REINO DE GUATEMALA

La presencia oficial de la Orden de Predicadores de Santo Domingo en el antiguo Reino de Guatemala es evidente desde 1529, cuando comenzaron a construir su primer convento en la entonces capital del reino en formación. En 1534, el recién nombrado primer obispo de Guatemala, Francisco Marroquí­n, de la Orden de Predicadores de San Francisco, invitó al dominico fray Bartolomé de las Casas a venir al reino para emprender una cruzada religiosa de trasfondo polí­tico para organizar los antiguos pueblos indí­genas por medio del convencimiento ideológico en un proceso que denominaron «Conquistas Pacificas».

Con base en el conocimiento previo de sus costumbres e idiomas hizo a ambas órdenes religiosas fuertes y poderosas económicamente en la medida que estaban exoneradas de impuestos y la capacidad comercial de los dominicos los llevó a emprender diversidad de negocios que incluí­an: la producción de azúcar a gran escala, panela, agua ardiente, trata de personas y posteriormente añil entre otros, eventualidad que hizo a esta Orden religiosa más poderosa del antiguo Reino de Guatemala.

La exposición somera de estos factores y dirigencia comercial de la O.P. de Santo Domingo, nos permite ubicar su cercaní­a a las autoridades monárquicas a las cuales, les era totalmente fiel en la medida que también gozaba de gran parte de la riqueza generada en el reino, situación que comenzó a variar ostensiblemente conforme avanzaba la ilustración en Europa y se forjó la Revolución Francesa en 1789, cuyo pensamiento y fuerza militar se fue expandiendo en el continente hasta envolver a la pení­nsula Ibérica, creando un vací­o de poder cuando se obligó a la abdicación de la monarquí­a española que debió financiar una costosa guerra para tratar de liberarse del influjo francés.

Esta guerra provocó que en las últimas décadas del Siglo XVIII, los dominicos locales comenzaran a experimentar problemas de posicionamiento jerárquico en sus filas como producto de una relación de trato desigual en el repartimiento de cargos entre los miembros de la O. P. de origen americano y peninsular, debido al creciente número de estos últimos venidos al reino.

Bajo el influjo de este problema entre los miembros de la O. P. afrontaron la destrucción de su convento en la ciudad de Santiago de Guatemala en por el terremoto de 1773 y el traslado a la Nueva Guatemala de la Asunción por una orden real, que fue acatada como forma de apoyo a la monarquí­a debido a la gran solvencia económica de la Orden que le permitió el lujo de perder más de un millón y medio pesos oro que valí­a su iglesia y convento.

En la construcción y aderezo de la iglesia de Santo Domingo de la Nueva Guatemala de la Asunción intervinieron los más notables arquitectos y artistas de la época que plasmaron en dicho monumento el buen gusto de la época expresado en el estilo neoclásico de sus obras pero como un detalle muy peculiar no abandonaron del todo el barroco, que en realidad escondí­a la decadencia de la nobleza, que se negaba a dejar los privilegios de un sistema de vida que le favorecí­a ampliamente.

LOS DOMINICOS MONíRQUICOS E INDEPENDENTISTAS

La extracción de clase de los dominicos y su posición económica dentro del sistema productivo durante la colonia fortaleció los nexos necesarios para tomar postura frente a la independencia polí­tica de España en dos vertientes totalmente distintas una entregada a la causa monárquica en la capital del antiguo reino y otra de apoyo a la independencia representada por los conventos al interior del reino en donde destacó el Chiapas.

En la capital estaban los peninsulares que habí­an venido huyendo de la guerra en Europa, que mandaban al interior a los criollos, acentuando serias diferencias a las que debemos sumar otro factor descrito por el historiador José Berrado Barquilla, en su obra «Los dominicos y el Nuevo Mundo siglos XVIII y XIX», presentada en IV Congreso Internacional Santa Fe de Bogotá, 6-10 de Septiembre 1993. Que señala una disminución local de religiosos tomando como referencia un censo comparativo 1748 cuando contaban con 231 religiosos y en 1808, ya solo tení­an 77, 38 criollos y 39 españoles, mientras que en el primero habí­a minorí­a de peninsulares por no interesarse en ir a reinos de ultramar.

LAS FIESTAS DE INAUGURACIí“N DEL ANTIGUO TEMPLO DE SANTO DOMINGO DE LA NUEVA GUATEMALA DE LA ASUNCIí“N

En el proceso de lucha por la independencia local, la posición dominica en la Nueva Guatemala de la Asunción también podemos inferirla de las fiestas de inauguración del antiguo templo de Santo Domingo que marcaron el inicio de la Jura por Fernando VII que ocupaba el trono de España gracias al destierro de los franceses de su territorio peninsular.

El templo de Santo Domingo de la capital fue bendecido el 5 de noviembre de 1808, después de una gran procesión que partió de la casa de uno de los funcionarios reales que tení­a bajo su custodia la escultura de la Virgen del Rosario, patrona titular del templo, ocasión que los simpatizantes de la monarquí­a aprovecharon lucir sus mejores galas cargando el estandarte e insignias reales a la usanza de los tiempos de gloria de nobleza conquistadora que incluyó uso de trajes y pelucas, que las crónicas de la época son descritas como del tiempo de «Mariquita Castaña», enfatizando lo pasado de moda que estaba aquel tipo de atuendo e ideas de nobleza en aquel año.

Las festividades con motivo la Jura de Fernando VII continuaron hasta alcanzar un nuevo punto álgido el 12 de diciembre cuando se realizó un vistoso desfile que tení­a como principal punto de convergencia en un hermoso túmulo que fue colocado en la antigua plaza de armas de la ciudad, frente al Real Palacio donde se exhibieron las primeras pinturas que aluden a Guatemala bajo un nuevo concepto ilustrado de reino, nación y quizá patria. que llegó hasta nuestros dí­as por medio de una publicación gráfica que reporta los mencionados fastos.

LA DIVISIí“N DE LA PROVINCIA DE SAN VICENTE DE CHIAPAS Y GUATEMALA

En este devenir histórico el 31 de diciembre de 1809 murió el arzobispo de la diócesis de Santiago de Guatemala, doctor Rafael de la Vara de la Madrid, que fue relevado en el cargo por el doctor Juan Ramón Casáus y Torres, dada su amplia cultura y experiencia polí­tica se trasladó al antiguo reino llegando a la Nueva Guatemala de la Asunción 30 de julio de 1811, cuando Hidalgo era arcabuceado en Chihuahua, mientras el ambiente local era también muy tenso con gran agitación polí­tica en la que intervino mediatizando el proceso de independencia local.

La recomposición de fuerzas peninsulares y criollas al interior de la orden dominica a nivel provincial también fue determinante en la subdivisión de la Provincia de San Vicente de Chiapas y Guatemala, con creación de la provincia de San José de Chiapas el 29 de enero de 1814, cuyo primer capí­tulo se dio el 25 de abril de 1815, dividiéndose una antigua comunidad religiosa muy estable en dos provincias con un papel muy distinto en el proceso de independencia del antiguo reino de Guatemala.

LOS DOMINICOS Y LA INDEPENDENCIA POLíTICA DE CHIAPAS Y GUATEMALA

El 15 de septiembre de 1821 fue firmada el acta de independencia del antiguo reino, de la cual, extraeremos parte del párrafo introductorio cuyo texto podemos asociar al tema que ahora nos ocupa, haciendo constar que algunas palabras fueron ligeramente modificadas al castellano actual.

Siendo públicos e indudables los deseos de independencia del gobierno español que por escrito y de palabra ha manifestado el pueblo de esta capital: recibidos por el último correo diversos oficios de los ayuntamientos constitucionales de Ciudad Real Comitan y Tuxtla, en que comunican haber proclamado y jurado dicha independencia y excitan a que se haga lo mismo en esta ciudad.

Desde sus primeras lí­neas en el acta se hace notar la decisión adoptada por varias ciudades de la región de Chipas de donde «comunican haber proclamado y jurado dicha independencia» evidencia que deja claro el aparecimiento de un nuevo territorio independiente del reino español que habí­a tomado decisión con antelación a la antiguo reino de Guatemala, antes que este declarara su independencia-

Sin embargo, para nuestro actual tema de interés, antes seguir analizando el Acta de Independencia de Guatemala, el historiador José Mata Gabidia en su obra Historia Patria Centroamericana comenta además que: «Fr. Matí­as de Córdova habí­a sido el genio inspirador de tan magno suceso.» Refiriéndose a la citada independencia de varias ciudades de Chiapas.

En este orden de ideas debemos recordar que Iglesia Católica de la capital del antiguo reino Guatemala, no era partidaria del proceso de independencia pero tampoco pasó de amonestar algunos de sus clérigos, nunca entabló juicios canónicos, ni excomulgó a los independentistas, más bien procedió asegurarse un lugar preponderante en la nueva nación, según podemos desprender del enunciado 11 del acta, donde afirma:

11. Que la religión católica que hemos profesado en los siglos anteriores y profesaremos en los sucesivo, se conserve pura e inalterable, manteniendo vivo el espí­ritu de religiosidad que ha distinguido a Guatemala, respetando a los ministros eclesiásticos seculares y regulares y protegiéndolos en sus personas y propiedades.

Es obvio que aunque el arzobispo no haya firmado dicho documento tuvo especial cuidado de asegurar momentáneamente los bienes y personas de la Iglesia Católica local unidas a un interés conservador de prolongar el régimen español sin España.

En 1829 invadió Francisco Morazán la ciudad de Guatemala y depuso al presidente del Estado de Guatemala Mariano Aycinena, quien debemos recordar era hermano de fray José Miguel Aycinena, quien para entonces fungí­a como Prior de la Orden de Predicadores de Santo Domingo a nivel local.

Entre el 10 y 11 de junio, Morazán expulsó de territorio al Arzobispo y clérigos de San Francisco Santo Domingo y la Recolección. Todos fueron conducidos al Puerto de Omoa y expatriados a La Habana. En el camino a esta ciudad fray José Miguel Aycinena, enfermó gravemente y murió, recién llegado a esa ciudad el 23 de agosto de aquel año. Este acontecimiento marcó la primera parte del final de un capí­tulo de la historia de la Orden dominica en proceso de independencia del antiguo reino de Guatemala.

En 1830 llegaron noticias que el Arzobispo Casaus y Torres estaba organizando una sublevación contra las autoridades federales, para la cual se valí­a de cartas pastorales enviadas desde La Habana. La Asamblea Guatemalteca lo declaró traidor a la patria, con lo cual perdí­a su ciudadaní­a y su extradición adquirí­a el carácter de perpetua. La silla arzobispal quedó vacante. En 1831 del Congreso Federal decretó que el Patronato Eclesiástico era parte de la nación y su representante serí­a el Presidente de la República, único que podí­a autorizar la publicación de bulas y letras pontificias.