Estados Unidos publica anualmente un informe sobre la situación de los derechos humanos en el mundo y critica la actitud de muchos países que incurren en distintas formas de violación; hay que recordar que en la administración Carter los Derechos Humanos se convirtieron en la columna vertebral de la política exterior de ese país y desde entonces se mantiene la política de ir certificando anualmente a las otras naciones.
Está ahora exhibiéndose la película «Rendition» producida por Hollywood, en la que se detalla el procedimiento seguido por Washington en la guerra contra el terrorismo, mediante el cual secuestran a sospechosos de vinculaciones con organizaciones criminales y los envían a otros países donde las fuerzas de seguridad se encargan del trabajo sucio de interrogar con tortura de por medio, a quienes son ilegalmente detenidos. Es un procedimiento totalmente extrajudicial que defiende el Gobierno norteamericano como un mecanismo para enfrentar a un enemigo escurridizo como puede ser Al Qaeda.
A pesar de que ha sido en esta administración y sobre todo después de los ataques terroristas del 11 de Septiembre de 2001 cuando más se ha recurrido al procedimiento, hay que decir que quien lo autorizó inicialmente mediante una decisión ejecutiva fue el anterior presidente Bill Clinton, cuya esposa está ahora aspirando a la Presidencia de los Estados Unidos. Y lo único que en realidad se puede decir de ese procedimiento conocido en el argot de la CIA como «rendition», es que constituye una absoluta prueba de la doble moral que practican muchos políticos norteamericanos que no tienen empacho para ver la paja en el ojo ajeno, sin ver nunca ni admitir la existencia de esa asquerosa viga en el propio.
Porque si algo enaltecía al sistema norteamericano era la existencia de garantías de respeto a los derechos individuales y entre ellos el del debido proceso y la presunción de inocencia. Sin embargo, lo que hace la Agencia Central de Inteligencia es asumir la presunción de culpabilidad y la negación rotunda de cualquier derecho al debido proceso, pero lavándose las manos para entregar a esbirros de otras nacionalidades a los secuestrados para que sean ellos los que se encarguen del trabajo sucio de torturar a los sospechosos con los métodos más brutales.
La película no es una obra de ficción, sino que es la reproducción de hechos reales repetidos hasta el cansancio durante las dos últimas administraciones de los Estados Unidos y que seguramente serán usados por la que venga alegando razones de «seguridad nacional». Vale la pena verla para entender que en esto de los derechos humanos, Estados Unidos juega el papel del fanático religioso que condena a sus fieles, mientras se revuelca en la cama con prostitutas.