Llama la atención que nuestras autoridades muestren tanto optimismo ahora que los demócratas ganaron el control del Senado y la Cámara de Representantes y digan a los guatemaltecos que están ilegalmente en Estados Unidos que se presenta una coyuntura favorable para plantear un cambio en la política migratoria. Y es que si uno estudia con detenimiento el voto de los demócratas en las iniciativas sobre migración se da cuenta que la mayoría de éstos responden a una base política que tiene mucho vínculo con los sindicatos norteamericanos que claman por controles más severos supuestamente para evitar la competencia que plantea la mano de obra más barata de los inmigrantes ilegales.
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Yo he sido crítico de Bush en muchas cosas, pero creo que su política migratoria ha sido más «compasiva», como gustan decir en Washington, que la de los mismos demócratas, puesto que plantea temas como el de los permisos temporales de trabajo y ciertas decisiones que puedan abrir espacio para que quienes ya están viviendo en Estados Unidos puedan normalizar su situación. No veo, honestamente hablando, que los demócratas puedan ser una garantía de mayor tolerancia hacia el inmigrante ni mucho menos que puedan hacer que las decisiones en materia de migración se vuelvan más suaves.
Creo que Guatemala cometió errores desde el tiempo de Arzú, cuando los otros países centroamericanos hicieron fuerte cabildeo tras la tormenta Mitch para lograr un trato preferente para sus ciudadanos viviendo en condiciones ilegales en Estados Unidos. Y desde entonces, cuando el actual Vicepresidente era el Canciller, se desperdició un momento importante para dar un paso significativo que hoy marca la gran diferencia entre los inmigrantes hondureños y salvadoreños con los guatemaltecos, porque ellos tienen acceso a ese trato preferente que se obtuvo por la gestión de sus respectivos gobiernos.
Pienso que el gobierno de Guatemala pudo haber, cuando menos, sacar a colación el tema de los inmigrantes mientras los norteamericanos estuvieron utilizando descaradamente a nuestro país para contener las aspiraciones de Venezuela para llegar al Consejo de Seguridad. Puede parecer demasiado cínico y pragmático el planteamiento, pero si nos usaron de manera tan burda como quedó expresado en la declaración final del Embajador de Estados Unidos ante la ONU, al menos alguna ventaja debimos obtener y nada mejor que hacerlo en beneficio de esos cientos de miles de compatriotas que mantienen a flote nuestra economía porque con sus remesas evitan un colapso que sería de pronóstico reservado en un país que sobrevive gracias a la cantidad de dólares que mensualmente envían ellos a sus familias.
Los demócratas que conozco no son diferentes básicamente a los republicanos en el tema migratorio y algunos son hasta más duros por ese compromiso que tienen con su base sindical. Por lo tanto, veo como canto de sirena en buena medida irresponsable la afirmación de que el triunfo de los demócratas en el Congreso hará más fáciles las cosas para lograr un cambio radical en la política de migración. Pienso que es momento de un cabildeo muy personal al más alto nivel, del presidente Berger con el presidente Bush, para lograr al menos ese trato temporal que podría aliviar la presión que hay y que significa una seria amenaza de deportación para muchos chapines que viven en Estados Unidos. Al fin y al cabo, lo aceptemos o no, permitieron que usaran a Guatemala a su sabor y antojo y por lo menos deben lograr un resultado a favor de nuestra gente.