Los cuernos de la Chepita


Hace  años durante unas vacaciones en el campo conjuntamente con sus primos conoció Pancracio por primera vez a Chepita.  Mario  su muy querido y  jodón  primo,  lo retó, ¿a él? Y por supuesto un reto es un reto, entiendo que lo más probable fue que lo aceptó  ante su necesaria  conducta contrafóbica.

Dra. Ana Cristina Morales Modenesi
crismodenesi@gmail.com

Le dijo de la manera más cándida y sonriente: Pancracio ¿A que no se atreve a tocarle los cuernos a la Chepita?, sin reflexionar ni meditar, de manera impulsiva dijo, sí­ que le toco los cuernos a Chepita.

Su corazón latí­a precipitadamente, sus piernas temblaban, el miedo inundaba todo su ser, pero un compromiso es un compromiso.  Observó el corral en donde se encontraba Chepita, un toro cebú, grande, robusto, ganador de premios ganaderos.  Ahora sí­ que me llevó judas, se dijo en su interior; me puede cornear, no me conoce el grandote animal, pero, dije que le tocarí­a los cuernos y así­ lo voy a hacer.

En última instancia, puedo correr, y defenderme en los tablones del corral, se decí­a nuevamente para sí­ mismo.  Así­ que de manera decidida, entró al corral y le tocó los cuernos a Chepita.  ¡Gran sorpresa!, la chepis, el tremendo animalón era un toro muy cándido y dulce, amansado y domesticado, acostumbrado a ser acariciado por lo que no hubo ninguna respuesta hostil, como lo habí­a temido.  Su primo de menor edad, experto en tontearlo, solamente se sonrió del suceso y la vida transcurrió sin mayores complicaciones.

Analizando este suceso, que del mismo aprendió Pancracio, a que no es bueno eso de andar tocándole los cuernos a las chepitas del mundo.  Que si en aquel momento no tuvo ninguna secuela, en otros momentos sí­ las ha tenido o las podrá tener.  Pero que buscando combatir su miedo, como ya les mencioné, por medio de una conducta contra fóbica se ejercitó a hacerle frente a lo temido.

Pancracio no recomienda ahora, conductas riesgosas para enfrentar nuestras fobias o miedos, sobre todo cuando existirán mayores complicaciones que gratificaciones.  Sin embargo, algunas veces nos paralizamos en la vida ante nuestros temores, de tal modo que, muchas veces permitimos ser pisoteados en nuestra dignidad y todo por no enfrentar a lo que tememos.

Los miedos y las fobias nos hacen sentir inseguros de las personas que somos y de nuestro actuar en la vida.  Considero desde un punto de vista de psicoterapeuta, que hemos de clarificarlos y buscar estrategias que nos ayuden a liberarnos de manera racional de situaciones irracionales que nos impiden disfrutar de nuestra vida.

Es mejor esclarecer conceptos, ya que existen diferencias entre lo que miedo y fobia se refieren; el miedo es producto de una situación real que nos avisa que es necesario protegernos, tomar cautela y por supuesto oí­rlo.   Nuestros instintos nos comunican que nos pongamos en alerta ante un asalto, ante un peligro y claro que sí­ tenemos que estar dispuestos a entrar en un estado de alarma, ante una posible amenaza.

 Dentro de las fobias los temores se desarrollan a nivel inconsciente, con una representación simbólica de nuestros conflictos, muchas veces se tornan irracionales y no existe una base sólida que justifique nuestro temor.

Es saludable aprender a enfrentar nuestros temores irracionales de manera considerada con nuestra persona y también es importante aprender a confrontar nuestros miedos los que poseen o no poseen fundamentos pero que nos implican la lucha por nuestra dignidad y por nuestra libertad.

En este último sentido, tal vez debiesen de haber más corrales en el mundo que nos permitan ejercitarnos a enfrentar nuestros temores.  Nuestra cultura nos impele a que es mejor no hacer nada, callar es una estrategia de sobrevivencia, que al mismo tiempo nos liquida internamente, nos conduce en algunas ocasiones a ser marionetas manejables.

Sin embargo, cada quién tiene la decisión de cómo quiere vivir su vida, y toda decisión merece nuestro respeto.