Los cuentos de Baroja


José Luis López Garcí­a, A-1 301386

En las bibliotecas grandes o pequeñas, o en cualquier librerí­a, los lectores nos podemos encontrar con una gran variedad de cuentos, ya sea dramáticos o humorí­sticos. Y sin ir muy lejos, nuestro diario vivir con todos sus sabores y desencantos, podrí­a ser una fuente de inspiración para escribir muchos volúmenes de relatos al estilo Zola (el creador de la escuela naturalista en Francia).

Los cuentos de don Pí­o Baroja (1872-1956) escritor español de la generación del 98 en España, generación a la que negó siempre pertenecer, escribió muchos cuentos con carácter filosófico, cuyos escenarios fueron en el Madrid del siglo XIX, describiendo personajes en situaciones a veces dramáticas o jocoserias. No hace falta ser un especialista de la literatura, para opinar aunque sea profanamente, sobre la técnica que utilizó en sus cuentos breves, el polémico escritor. Baste decir, que Baroja en sus narraciones se muestra como un cuentista claro y muy conciso. Sus relatos no tienen nada de afeites u ornamentos, y hasta el más sencillo lector puede deleitarse leyendo muchos de sus cuentos escritos entre 1892-96.

Pero como todo artista controversial, don Pí­o Baroja tuvo también sus detractores, no tanto pos sus ideas polí­ticas sino por sus convicciones filosóficas y literarias. Sus primeros cuentos de tono filosófico, no le gustaron nada a don Nicolás Salmerón (1838-1908) polí­tico español y director del periódico «Justicia», en donde don Pí­o comenzó a publicar sus primeros cuentos. Así­ que, Salmerón, le marcó el alto a don Pí­o para que ya no le enviara más colaboraciones. Cómo se verá, en todos los tiempos se cuecen habas. En cambio, don Miguel de Unamuno, opinaba que los cuentos de Baroja tení­an cierta influencia de Poe y Dostoyewsky, incluso un exceso de intelectualismo. Se cuenta que el primer libro que publicó Baroja en 1900, tuvo buena crí­tica, pero ninguna venta. Y mucho después, esos cuentos fueron traducidos a varios idiomas, incluso al chino.

En estos tiempos en que impera la impresionante cibernética o la Internet, son pocas las personas que leen cuentos. Flaubert o Maupasant, escritores de gran renombre en todos los tiempos, son bastante desconocidos en nuestra época, especialmente cierta juventud ensimismada en los «cafés Internet», que se pasan el dí­a embruteciéndose cada vez más con la excitante pornografí­a.