Amarrado después de cuatro años a una guerra devastadora en Irak que disminuye su influencia en el mundo, Estados Unidos debe preocuparse por agilizar poco a poco su diplomacia, considerando a sus peores enemigos: Irán, Siria y Corea del Norte.
La invasión de Irak en marzo de 2003 por una coalición liderada por Estados Unidos estaba destinada a derrocar a Saddam Hussein y a crear una isla democrática y pro estadounidense en medio del mundo árabe, que según Washington es cuna del terrorismo responsable por los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Cuatro años más tarde, la guerra parece haber fortalecido no sólo a la red terrorista Al Qaeda sino también a Irán y sus aliados, Siria, el grupo radical libanés Hezbolá y el palestino Hamas, todos enemigos declarados de Estados Unidos.
«La nueva Irak debía convertirse en un modelo para Medio Oriente y en una amenaza para la teocracia iraní. En lugar de eso, Irán parece ahora el gran ganador de la guerra de Estados Unidos», señala Vali Nasr, experto del Council on Foreign Relations, en la última edición de la revista de este centro de investigación independiente, Foreign Policy.
Mientras el conflicto le ha costado la vida de 3.200 soldados y personal asimilado estadounidense y a decenas de miles de civiles iraquíes, el gobierno de Estados Unidos parece incapaz de controlar la violencia.
Además, la existencia de prisiones secretas de la CIA ha conmocionado especialmente a Europa, donde dos investigaciones han mostrado que una veintena de países cooperaron más o menos activamente con el programa.
Para el ex asesor de seguridad nacional Zbigniew Brzezinski, George W. Bush ha reducido la credibilidad de Estados Unidos en el mundo, al sacrificar los principios morales del país en nombre de la lucha contra el terrorismo.
«El hecho es que ha dilapidado nuestra credibilidad, nuestra legitimidad, igual que el respeto de otros hacia nuestro poder», declaró recientemente en un programa cómico de clara postura contra el presidente George W. Bush, «The Today Show».
La guerra le ha costado al partido republicano su mayoría en el Congreso y ha hundido la popularidad del presidente, que se estancó en un 35%.
Tras su derrota electoral en noviembre y la publicación en diciembre de un informe muy crítico a su gestión de la guerra en Irak, Bush ha flexibilizado visiblemente su política exterior.
Reemplazó a su secretario de Defensa Donald Rumsfeld, considerado el responsable del curso que tomó la guerra en Irak, encargó a la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, reiniciar las negociaciones de paz israelo-palestinas para reducir el sentimiento antiamericano en el mundo árabe, y le autorizó abrir un diálogo con Siria e Irán.
Irán no es el único país que ha ganado con las decepciones de Estados Unidos en Irak. Los expertos de Foreign Policy citan a China, que ha aprovechado el hecho de que la atención de Estados Unidos ha estado monopolizada en Irak para extender su influencia en ífrica y América Latina.
Citan además a los aliados árabes de Estados Unidos, como Egipto y Arabia Saudita, que han obtenido del gobierno de Bush un período de gracia en el tema de los derechos humanos a cambio de su apoyo contra Irán.
Para Ariel Cohen, experto del centro de investigación conservador Heritage Foundation, Rusia también ha aprovechado la guerra en Irak para regresar a Medio Oriente, estrechar sus vínculos con Irán y mejorar sus relaciones con las monarquías árabes.
«Está claro que en el nuevo Medio Oriente, donde el poder y el prestigio de Estados Unidos está amenazado en Irak y donde Moscú desafía su condición de superpotencia, la atmósfera será cada vez más competitiva y más difícil», sentenció Cohen.
El imperio estadounidense está en «declive» y en el mundo aparecen «nuevos centros de poder», estimó hoy el canciller ruso, Serguei Lavrov, en un discurso de geopolítica sobre «el mundo alrededor de Rusia».
«Constato el declive, el declive objetivo del papel hipertrofiado de Estados Unidos en el mundo», declaró el ministro de Relaciones Exteriores ruso en su discurso dedicado en gran parte a las críticas recurrentes de Moscú a la política exterior de Washington.
«Aparecen nuevos centros de poder», agregó Lavrov antes de subrayar que en Washington algunos responsables estadounidenses tienen dificultades para hacerse a la idea de que abogar por un mundo «multipolar» no es sinónimo de «antinorteamericanismo».
Por otra parte, Lavrov criticó el recurso de los estadounidenses a la fuerza militar al afirmar que «no hay ejemplos logrados de solución por la fuerza de un problema», en referencia a las guerras en Afganistán e Irak.
En febrero, en un discurso en la ciudad alemana de Munich, el presidente ruso Vladimir Putin criticó violentamente el «unilateralismo» de Estados Unidos, a los que acusó de «desbordar sus fronteras nacionales en todos los ámbitos» y crear una situación tal que «nadie se siente ya seguro» en el mundo.
Este discurso contribuyó a relanzar la idea de que Moscú y Washington se libran a una nueva Guerra Fría, algo que ambas niegan.