El partido conservador británico celebra a partir del domingo su congreso anual en Birmingham (centro), divisando el poder tras muchos años de espera, como indica la enorme ventaja que le conceden los sondeos sobre los laboristas de Gordon Brown.
Si hace un año, durante la cita de Blackpool (noroeste), las perspectivas eran desfavorables -Brown lideraba las encuestas y consideraba avanzar las elecciones, algo que no hizo-, la estampa es ahora muy diferente.
Si las legislativas se celebraran hoy, los tories arrasarían de la mano del dinámico David Cameron, de 41 años, que tiene todos los números de convertirse en el primer conservador en residir en Downing Street desde 1997, cuando John Major le cedió la residencia al laborista Tony Blair.
Cameron nació el 9 de octubre de 1966. Este aristócrata casado y padre de tres hijos es descendiente del rey Guillermo IV (1830-1837) y se formó en los templos de la élite británica -Eton, Oxford- antes de trabajar en el sector de la comunicación.
Apodado «Tory Blair», tomó las riendas del partido en diciembre de 2005 cuando tenía solamente 39 años, iniciando un proceso de modernización que llevó a los conservadores a un triunfo inapelable en las elecciones locales de 2007.
En este contexto triunfalista, hay quien alerta de los peligros de liderar los sondeos: «es como tener entre las manos un jarrón de la dinastía Ming», afirmaba un consejero del líder.
Los conservadores son conscientes de que deben parte de su popularidad a la impopularidad de Brown, más que a un repentino entusiasmo por ellos.
«No es el momento de poner a un novato en el poder», soltó Gordon Brown en el reciente congreso laborista. Ante la crisis económica, el primer ministro puede hacer valer sus diez años al frente del ministerio de Finanzas, un periodo durante el cual ganó los elogios y la popularidad que ya no cosecha.
En contraste, el curriculum profesional de Cameron se limita a sus siete años como encargado de comunicación de un grupo de medios y el mismo tiempo como diputado.
«David Cameron debe mostrar capacidades de estadista sin perder su encanto, su optimismo y el hecho de que no es Gordon Brown», sostuvo Gaby Hinsliff, analista política del diario The Guardian.
Lo difícil para Cameron, es que las prioridades de los británicos han cambiado.
«De febrero a agosto, el número de personas que citan la economía y el alza de los precios entre sus tres principales preocupaciones se ha triplicado, pasando del 30% a cerca del 90%», recordó el profesor Patrick Dunleavy, de la London School of Economics (LSE).
En cambio, el tema de la inmigración, la tradicional gallina de los huevos de oro de los conservadores, inquieta menos a la gente, concretamente al 25%, en contraste con el 40% hace unos meses.
El modelo de Cameron «se basaba en la presunción de que el crecimiento económico continuaría y que se trataba solamente de decidir como repartirlo entre el gasto público y la reducción de impuestos», advirtió Fraser Nelson, analista político de la revista Spectator, considerada afín a Cameron.
Los crecientes llamamientos para endurecer las reglas de los mercados financieros contrastan con el pensamiento del líder conservador, que recientemente afirmó haber entrado en política «para potenciar al individuo frente al Estado intervencionista».
«El punto de vista de Cameron no va muy lejos cuando se necesita un Estado fuerte para detener la hemorragia económica. Todos somos socialistas en estos momentos», sostuvo Johann Hari en el diario The Independent.