Los connacionales del interior


Pueblerino de nacimiento. Mi terruño, San Cristóbal, Alta Verapaz. Elevado a la categorí­a de Villa por acuerdo gubernativo del 28 de enero de 1932. Pero residente capitalino desde 1965, jamás dejo de identificarme con los connacionales del interior. No falta quienes aludan al término, a su criterio despectivo, de pueblerino así­ por así­.

Juan de Dios Rojas

Qué lejos están de considerar que todos somos guatemaltecos y por ende, ciudadanos naturales. Con la enorme diferencia, admito de la existencia de buenos y malos hijos de tan bello paí­s, rico en varios sentidos. Obligados por ley y conciencia de propiciar su engrandecimiento, sin lesionar a nadie, ni siquiera «un cachito», dicen ahora bien.

En la actualidad jubilado del Estado aunque con una exigua cantidad mensual por debajo de la canasta básica Gracias al convencimiento de ser docente por la maestra de vocación de muchas generaciones, Isabel Narciso Vda. de Goff, mamá Chabela en lenguaje coloquial. Ejercí­ en mi tierra natal, Mixco y la capital por estricto escalafón magisterial.

Por consiguiente, en los presentes renglones hago énfasis en el sentido que siempre estoy pendiente del pulso diario de las comunidades tierra adentro. A veces, mi hermano Marco Aurelio, médico de profesión en el Hospital Regional de Escuintla, me señala que abordo solo la problemática citadina y dejo al margen el resto.

Y por añadidura, disculpen los pocos lectores que tengo, también unos que otros paisanos ubicados al norte, lo mismo que familiares allá residentes, hacen comentario similar. Sea como sea, la problemática diversa se concentra en la Nueva Guatemala de la Asunción, debido precisamente al macrocefalismo, cuyas consecuencias están a la vista.

Sin embargo, reitero que me impactan aún, a través de la distancia geográfica y con el cariño que me une con el interior. Sobre todo cuando veo en directo las condiciones deficitarias que prevalecen. Cuesta demasiado, o bien nunca llega la ayuda oportuna ante los desastres. Los tienen presentes únicamente en el perí­odo preelectoral.

Hace mucha falta ver con los propios ojos cómo en el área rural continúan adoleciendo de las mismas limitaciones. Malos caminos, poca cobertura educativa; condiciones muy bajas de salud; tenencia de la tierra en pocas manos; no obstante ser productores de granos básicos, su alimentación es insignificante, debido a la explotación inveterada.

Las rancherí­as diseminadas, tipo paisaje impresionista están siendo presa fácil de las inclemencias del tiempo. Máxime ahora que el cambio climático resulta comparable a cuadros del asombro. La vulnerabilidad acentúa con rasgos tremendos de tantí­simo destrozo, derrumbes, hundimientos, etcétera. Parte el alma ver a familias sin nada.

Una vez más salen a relucir palpablemente las diferencias no solo individuales, también de orden económico, muy fácil su percepción. Mientras siguen en condiciones paupérrimas algunas poblaciones en su jurisdicción rural, la contrapartida la constituyen otras con muestras evidentes de dinero, obtenido con honradez y también al margen de la ley.

Pese, asimismo, a la ayuda hoy en dí­a que reciben vecinos del interior del paí­s por la cohesión social del gobierno, o bien por el aporte constitucional las municipalidades, hay desví­os. Las comunas con dicho soporte financiero descuidan importantes renglones. Los programas de asistencia social prosiguen a la espera de su ejecución.

En resumen, en base a las anteriores alusiones, puedo afirmar categóricamente que hablar de los connacionales del interior impele su conocimiento verdadero. Desde la óptica citadina- capitalina- mejor dicho, es imposible ponerse en los zapatos o caites de nuestros compatriotas, habitantes de la infinidad de comunidades tierra adentro.