Los compañeros, batalla ganada por Marco Antonio Flores


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Iconoclasta, revolucionaria y trascendente, son algunos de los calificativos que ha merecido esta novela. Tal vez, importante, sea el menos ostentoso. Acercarse a ella implica conocer a su autor, a sus motivaciones, a los tiempos en que fue escrita y a quienes la han comentado, defendido y señalado para determinar si, en efecto, su publicación fue un verdadero parteaguas literario como dice Seymour Menton.

Claudia Navas Dangel

Escrita entre 1968 y 1971 en México, Madrid y Guatemala y publicada en México en 1976, esta novela es un testimonio de hechos desencadenados en los primeros años del movimiento guerrillero surgido en Guatemala.
 
Narrada a través de las vivencias de cuatro personajes, uno de ellos, el Bolo, que es el alter ego del autor, entremezcladas con coherencia sin haber sido escritas en forma cronológica, en las cuales el uso del lenguaje, el tiempo y el contenido fueron determinantes para hacer tambalear, no sólo a los sectores de izquierda del país, sino también a críticos y estudiosos de la literatura.
 
Pero para entender mejor por qué «Los compañeros» causó, y causa aún, controversia es necesario hablar de la novela desde distintas aristas. Vale la pena, entonces, empezar por la social y la política, ya que la convulsión que vivía el país, y el hecho de que el mundo estaba entonces dividido por la Guerra Fría durante su gestación y publicación, son determinantes para entender el impacto que causó así como otras consecuencias, como su censura por parte del franquismo español, el desprecio de la izquierda guatemalteca y la catarsis que el autor experimentó a través de la obra.
 
LA INSURGENCIA CHAPINA
 
Con el estallido del enfrentamiento armado en 1962, Guatemala entró en una etapa trágica y devastadora que significó enormes costos humanos, materiales, institucionales y morales. En su labor de documentación sobre las violaciones de los derechos humanos y hechos de violencia vinculados al Enfrentamiento Armado Interno, la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH) registró más de 200 mil víctimas, entre muertos y desaparecidos, incluyendo hombres, mujeres y niños.
 
De acuerdo con su propio discurso, la insurgencia guatemalteca surgió como la respuesta de un sector olvidado de la población ante los diversos problemas estructurales del país, representada por un grupo de intelectuales y militares. Frente a la injusticia, la exclusión, la pobreza y la discriminación proclamó necesario tomar el poder para construir un nuevo orden social, político y económico. A lo largo del enfrentamiento armado, los grupos insurgentes asumieron como válidas las tesis de la doctrina marxista en sus diversas orientaciones internacionales.
 
A finales de la década de los setenta, cuando surge la novela en cuestión, el conflicto se agudizó, la actividad de los grupos guerrilleros aumentó, cientos de personas desaparecieron y otras tantas tuvieron que salir al exilio, entre ellos muchos personajes de la vida literaria del país, como Marco Antonio Flores, autor de «Los compañeros».
 
El mundo de las letras y las artes no escapaba a la situación política que vivía el país porque había censura y la libertad de expresión se encontraba cercada, ya que muchos de sus representantes simpatizaban o militaban en grupos de izquierda. Controlar a los medios radiales, televisivos y escritos, y a las diversas manifestaciones artísticas e intelectuales, era parte de una estrategia integral de los gobiernos de turno para evitar la diseminación de la ideología izquierdista, sobre todo, en las capas medias de la población urbana.
 
No es sorpresa, entonces, que Marco Antonio Flores, como intelectual y escritor, se ubicara en los sectores de la Izquierda marxista: era miembro del PC y, al mismo tiempo, de las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR). Sin embargo, antes de salir al exilio (situación que tocó vivir dos veces) y de escribir la novela, había renunciado a ésta última agrupación en 1966 y al PC en 1968, cuando ya había comenzado la novela; pero seguía participando en los sectores intelectuales de la Izquierda latinoamericana. 

Los personajes principales de la novela son guerrilleros, el tono es sombrío y presenta a la lucha armada en su fracaso, provocado por la ideología y las intrigas internas del PC. En otras palabras, desmitificó por completo la idea de un guerrillero heroico, entregado sin condiciones a la causa revolucionaria.
 
De hecho, uno de los personajes es un mantenido y otro es un arribista. En fin, en vez de escribir una obra de tono panfletario, de absoluto apego a los dictados izquierdistas de entonces (incluso afirma la relación de Cuba con la insurgencia guatemalteca), Flores presentó un panorama realista y un retrato objetivo, desde su perspectiva, de la izquierda del país.
 
No es, por tanto, de extrañar que por causa de la novela su autor fuera marginado. Recuerda Flores que, hasta antes de publicarla, «era amigo de Eduardo Galeano, de Ernesto Cardenal, de toda la gente (de Izquierda) de Centroamérica y de México». Pero que cuando su obra vio la luz, «todos me mandaron a la mierda y me acusaron de traidor», agrega.
Tal repudio llegó todavía más lejos, «en un congreso de la Juventud Comunista, en Chile, una persona, de quien no recuerdo su nombre, -continúa Flores- fue a denunciarme también como traidor a la Revolución».
 
 
Es evidente que a nivel político la novela de Flores no pasó desapercibida porque denunciaba debilidades y limitaciones que existieron dentro del seno de la Izquierda del país. Sin embargo, nadie le perdonaba su sinceridad y su denuncia fue vista como un atentado a los cimientos mismos del movimiento revolucionario guatemalteco. 
 
Es curioso observar que el exdirigente del Movimiento de Liberación Nacional, Leonel Sisniega Otero, califica a Flores como a un comunista “del corazón”, a diferencia de los comunistas “por conveniencia”, implicando que por ese motivo renunció de su militancia política.
 
ROMPIENDO ESQUEMAS
 
Claro que cuando se habla de un texto tan controversial como éste es necesario entender el desarrollo que hasta ese momento habían tenido las letras en el país y el continente. De otro modo sería imposible comprender por qué algunos lo han calificado como de trascendental importancia para las letras del país.
 
El primero que llamó la atención acerca del valor de “Los compañeros” fue el crítico e investigador de la literatura latinoamericana Seymour Menton. De acuerdo con su evaluación este texto de Flores fue el fundador de lo que denominó “nueva novela guatemalteca”.
 
Pero, ¿por qué nueva? Según la investigadora Gloria Hernández la publicación del texto de Flores significó, para la literatura guatemalteca, un rompimiento con “el realismo mágico, el surrealismo y el criollismo que aún se practicaban en el medio”.  Es decir, Flores sacó a la novelística de un localismo que la ahogaba y le abrió las puertas para que incursionara en un mundo de horizontes más amplios y a tono con los tiempos modernos.
 
Entre sus avances de punta se cuentan el uso de diversos narradores, con cuatro hilos narrativos fundamentales y un quinto de menor importancia; el uso predominante de la primera persona, del monólogo interior y el manejo, no lineal, del tiempo.
 
La riqueza del vocabulario del guatemalteco, clasemediero si se quiere, como lo han señalado algunos autores, entre ellos Mario Roberto Morales, y hasta vulgar, como dice la escritora, poeta y académica Luz Méndez de La Vega, se refleja en el uso de palabras como jura (policía), botiquín (cárcel) y chupando (libando) que en su momento, dice De La Vega, causaron escándalo.
         
No se debe olvidar que muchos de los detractores de la novela y de la obra de Flores en general son herederos de aquellas acusaciones de traición que suscitó su publicación. Y este sentimiento negativo se debe, sin duda, a motivaciones políticas, sin importar que el conflicto armado Interno ya haya desaparecido.
 
EL VEREDICTO

Viene a cuenta considerar si esta obra cambió o no el rumbo de la literatura guatemalteca, o si aportó algo trascendente, relevante y fundamental para las letras.
 
En este sentido habría que determinar con objetividad, libre de prejuicios políticos o resquemores literarios, el valor de la misma.  Si “Los Compañeros” cambió o no el rumbo de la novela guatemalteca aún está, como hemos visto, en pleno debate.  Será la historia, las obras y los mismos escritores quienes en su momento reconocerán o no la trascendencia del trabajo de Flores.
 
Lo cierto del caso, por ahora, es que “Los Compañeros” marcó un hito en la literatura nacional, aunque cree controversia y siga siendo punto de enardecidos debates. Como sentenció el abogado marroquí Juan Maestre Alfonso en su artículo Guerrilleros Antihéroes, “Los Compañeros” “es una de las mejores obras de la literatura latinoamericana actual y coloca a Marco Antonio Flores a la altura de García Márquez, (José) Donoso o Vargas (Llosa)”.
 
La firma de los Acuerdos de Paz cerró para siempre ese período de guerra interna que devastó al país durante más de tres décadas y obligó a muchos intelectuales, como al mismo Flores, al exilio.  También, se supone, cerró la rivalidad entre guerrilleros y militares, entre derechas e izquierdas, y abrió paso para que siguieran su lucha por la vía pacífica.  Pero no acabó con el rencor, incluso odio, que muchos sintieron contra Flores por haber publicado sus verdades en “Los Compañeros”.

El epitafio de Flores bien podría decir que se trató de un escritor cuya vida fue una sucesión de batallas contra corriente, contra los dogmas doctrinarios y contra la cultura del ninguneo, la envidia y la marginación.  Sin embargo, en lo que a “Los Compañeros” respecta, aunque no haya ganado la guerra, esa sí fue una batalla de la que ha salido triunfante, como lo señalan Menton y Gloria Hernández, muy en contra de los designios que tras bambalinas se maquinaron en contra suya.

Otros libros suyos, han sido: El compendio de poesía completa, La vida es sueño y viaje hacia la noche, a continuación un fragmento de su libro más polémico: “Los compañeros”.

EXTRACTO DE LOS COMPAÑEROS
 
Seis
Tatiana
1963
 
Te quedaste estampillada en los vidrios de la sala de espera. Él se fue haciendo pequeñito. No te diste cuenta cuando te salió la primera lágrima, sólo sentiste su calor en la mejilla. Todo se te fue alargando, con tristeza, con un dolor en el pecho, con un dolor en la boca, en la respiración, en la palabra. Te arrepentiste de pronto de todo. Tú nunca te habías arrepentido de nada. Pusiste la mano sobre el vidrio y trataste de retenerlo, de dentarlo, de tenerlo para siempre. Tú eras la culpable. Lo supiste siempre. Siempre te diste esperanzas. Tú sabías que era imposible. Fue un año de vida intensa. Sin embargo, te arrepentiste. Como aquella vez que sentados en el Malecón le dijiste que no tenía ningún caso seguir juntos, porque él tenía que irse, tenía que regresar a su país obligadamente y que tú no podía seguirlo, no podías irte con él porque tu gobierno no le permitía salir a nadie, porque estabas presa en la isla, porque tú eras revolucionaria patria o muerte, porque tu centro de trabajo te necesitaba, porque cuando el bloqueo tú te hiciste miliciana y juraste morir pero no rendirte, porque no había técnicos y tú ibas a ser uno de ellos, porque él se tenía que ir porque era un revolucionario y tenía que regresar a su país a hacer la revolución, porque él era un intelectual revolucionario y aunque no hiciera la revolución no podía desarraigarse de su realidad, porque él era un egoísta que no iba a sacrificarlo todo por ti. Todo eso le dijiste, y entonces él, tortuoso que era, te dijo que había que vivir el presente, que el pasado y el futuro no existen y que quien no viva el presente vivirá el futuro frustrado, amargado, derrengado, con unos recuerdos grises, oscuros, sin nada en el pecho y nada en el cerebro y nada en el cuerpo, sin marcas de las mordidas del amor, sin marcas en el sexo, con un himen que se pudre como el pasado que será triste y gris, y que entonces no se tendrá pasado ni futuro porque los dos estarán envenenados.