LOS CINCO


Los valores pareciera que hubieran sido enterrados para siempre. La brutal propaganda consumista absorbe, desde pequeños, a la población. El objetivo final es consumir, consumir, consumir. Tener, tener, tener. Aquellos que antaño representaban la diferencia entre la persona a la que le acompañaba un bagaje de valores aprendido en el seno del hogar, pareciera ya solamente una vieja historia. Una vieja historia de ancianos anclados en el pasado.

Carlos E. Wer

Los medios se han encargado de endurecer el espí­ritu humano. La muerte, mostrada en toda su incalculable diversidad, acompaña a la población desde muy temprana hora en la mañana. Quienes se dirigen a sus trabajos, inician el dí­a con la primera imagen: la violencia, la inhumanidad, la injusticia. Y con ellas transcurrirá el dí­a.

Los gestos y acciones de valor, de entrega, de humanidad, de patriotismo, pareciera que hubiesen sido sepultados. Para obtener todo aquello que distingue a un triunfador, es necesario haber escondido en el rincón más apartado y oscuro, todo aquello que lo interfiera. Es por ello que muchos desconocen la historia de hombres que han hecho prevalecer los valores, aún a costa de su propia seguridad y felicidad. Aún a costa de la seguridad y felicidad de su familia… y este es el caso de los que se conocen en el ámbito de lucha de quienes aspiran a un mundo mejor, como ¡los cinco!

Son cinco jóvenes cubanos que están por cumplir diez años recluidos en las cárceles estadounidenses. Son cinco jóvenes cubanos que el sistema represivo de la bestia que ocupa la Casa Blanca, a quien un pueblo que perdió completamente el norte de su origen, ha mantenido contra viento y marea, cumpliendo una condena que va desde los veinte años hasta la cadena perpetua. O como aplican las sentencias los juristas gringos, imponiendo penas que exceden de la lógica de una existencia promedio.

¿Y cuál es la razón de esas ridí­culas condenas? Para las estructuras de poder que mantienen este en los Estados Unidos, es debido a que estos jóvenes se dedicaron al espionaje. ¿Qué tipo de espionaje?..¿Quizá algunos que estuviere infiltrado en las plantas atómicas, o en el Pentágono, o en la propia Casa Blanca? No, el trabajo que llevaban a cabo estos valientes muchachos llevaba una intención más clara pero peligrosa para la polí­tica fascista del gobierno del presidente Bush y cuyo conocimiento tratan de ocultar: controlaban los lazos terroristas que desde Miami, ha permitido el mismo gobierno. Esa costumbre de «Operaciones encubiertas», en las que los intereses del imperio, no vacilan ante nada, para lograr sus objetivos. Su objetivo era localizar, controlar y denunciar a los terroristas cobijados y protegidos por Washington, quines han llevado innumerables atentados terroristas en distintos paí­ses, pero especialmente en y contra Cuba y el régimen castrista.

Esta condición de «achichincles» del imperio, les ha llevado incluso, al descarado reconocimiento de sus actos terroristas. Ese es el caso por ejemplo del máximo exponente de este grupo de hienas hostis humani generi «enemigos de la humanidad» Luis Posada Carriles, entrenado en la tristemente célebre Escuela de las Américas en 1961 y, una de las notorias cabezas de ese cí­rculo criminal aceptado, apoyado, financiado, entrenado y protegido por el gobierno de los Estados Unidos, el «Campeón de los Derechos Humanos», no importando el descarado acto de reconocer su responsabilidad en el caso del avión cubano al que se le pusieran bombas que finalizaron con la muerte de 73 personas, muchos de ellos jovencitos aún del equipo de esgrima de ese paí­s.

Por haber localizado y denunciado a esa caterva de bestias, los cinco son retenidos en cárceles estadounidenses, violando constantemente sus más elementales derechos. Separados en distintas cárceles del territorio estadounidense, impiden el que los familiares puedan visitarles, negando una y otra vez la visa a sus esposas e hijos. Retorciendo una y otra vez la ley, quizá con la insana intención de quebrantar su ánimo y provocar una declaración como la que dice McCain que le fuera arrancada.

El valor estoico con el que Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René han soportado estos diez años de continuados abusos y violaciones es admirable. Quizá en la soledad de su reclusión, muchas veces hayan sentido la desesperación de su injusto encierro, pero a pesar de ello han mantenido el valor que les proporciona, no solo la férrea unidad de su pueblo que los aclama y respeta por su sacrificio, sino de muchos otros miles o millones de personas en el mundo, que han sufrido en carne propia los abusos y crí­menes del imperio.