Cuando hablamos de celos casi siempre los consideramos dentro de la relación de pareja. Pero estos puede observarse en cualquier interrelación humana. Con las amistades, en el trabajo, en la familia, entre hermanos, en el actuar profesional. Es de reflexionar que la envidia y los celos tienen un fuerte parecido. Y también que las personas que sufren uno y otro o tal vez los dos, en general son personas que no se sienten del todo bien con sus vidas y su autoestima se encuentra lastimada o no se ha podido desarrollar de manera saludable.
La envidia y los celos se basan en el sentido de carencia que pueda tener una persona. A la envidiosa le parecen molestos los buenos atributos y la buena vida de la otra. Es como que mirase injusto el bienestar de los demás –sufre ante el bien ajeno– y se coloca en un lugar por debajo de estas otras personas y observa los logros de los otros como algo muy apetecible, pero, a la vez inalcanzable para su ser.
La persona celosa también se ubica por debajo de las otras, cuando observa cualidades que le agradan de los demás pero que siente que no las ostenta. Se imagina que ello puede gustar más a su pareja por ejemplo y ser un motivo para ser rechazada, no aceptada, o incluso cambiada por alguien más, es decir, que por no ser tan agradable o físicamente tan llamativa su pareja puede dejarla y ante esta situación perder el afecto y compañía de quien ama. Se dice que los celos tienen un componente de envidia, pero que la envidia puede subsistir sin los celos.
Los celos también han sido descritos de manera próxima con el duelo. En el duelo la pérdida se da en la realidad externa y la realidad interna debe llegar a aceptar esa pérdida. Pero en los celos la pérdida tiene lugar en el mundo interno, en los celos no hay pérdida sino temor a la pérdida. A la persona celosa le basta cualquier motivo para permitírselo ser.
Los celos se convierten en un instrumento de control de las relaciones sociales, actos de vida y de la propia existencia de una persona por otra. Lo que impide que esa persona se sienta libre. Por lo que se puede considerar una conducta destructiva para la persona “amada”. Estos acostumbran a crecer y a alimentarse de cualquier situación. Los celos destruyen en lugar de construir. Y aunque de manera popular se diga que son una expresión de amor, la persistencia y permanencia de estos puede conducir a formas extremas de violencia. Para Miguel de Cervantes, escritor español, “puede haber amor sin celos, pero no sin temores”. François de la Rochefoucauld, escritor francés, “En los celos hay más amor propio, que amor”.
Freud creía que es «fácil ver» que los celos están compuestos por: tristeza, el dolor causado por el pensamiento de que se está perdiendo a alguien a quien uno ama. La teoría del apego (Bowlby, 1973) ha demostrado que los llamados “primeros vínculos” son de crucial importancia en la vida, ya que estos pueden ser determinantes en el establecimiento de relaciones personales posteriores (Martínez Stack, 1994). Existe discrepancia entre considerar a los celos como una conducta innata o como producto de la socialización.
Se han encontrado diferentes reacciones entre hombres y mujeres ante la temida infidelidad. Los hombres al parecer, su mayor reacción es ante la infidelidad sexual potencial, mientras que las mujeres, se refieren más sensibles ante la posible pérdida de afecto. Psicología Iberoamericana, 2008.
En conclusión los celos constituyen un elemento que se encontrará de manera frecuente dentro de las relaciones humanas. Sin embargo, su persistencia y el grado de disfuncionalidad y la posibilidad de generar conductas agresivas lo coloca en un lugar de merecida atención psicoterapéutica.