Los caciques


El DRAE nos da dos definiciones de cacique: «persona que en un pueblo o comarca ejerce excesiva influencia en asuntos polí­ticos o administrativos»;  «por extensión, persona que en una colectividad o grupo ejerce un poder abusivo». Guatemala está llena de caciques. Y no sólo los que ejercí­an el poder en tiempo de los mayas, o dentro de etnias como los aztecas o incas. No señor, los caciques de este glorioso siglo XXI han superado a los de antes en el ejercicio de un poder que parece hecho, exprofesamente, para robar, corromper, destruir, ser impunes, abusar en exceso y con excesos. Estamos sojuzgados por el cacicazgo que se puede enquistar en una persona individual o en una jurí­dica: funcionarios que atropellan y roban; instituciones que atropellan y roban; grupos que atropellan, esclavizan y roban…

Héctor Luna Troccoli

      Los caciques se conocen a mil leguas de distancia. Desde que lanzan su mirada de desprecio hacia otro por ser pobre, indio, igualado, estorbo, honesto, infeliz, triste, apartado, callado y lo peor, no tener atributo alguno que llegue tan siquiera a las suelas del zapato de ese cacique chapí­n, altanero, bravucón, ladrón por naturaleza y convicción, etcétera.

          La mayorí­a de estos sujetos busca refugio o en la polí­tica, o en la administración publica o en cualquier «organización no gubernamental» que se adapte a sus intereses e incluso en los medios de comunicación que como representantes «legí­timos» de un remoto «cuarto poder», pueden deshacer vidas con una plumada.

   Pero dentro de este mundo que nos rodea, nos acosa y atemoriza, hay un grupo muy especial que surgió de los antes llamados Jefes Polí­ticos nombrados por el dictador de turno para que en el pueblo dispusiera de la vida de los demás. Gracias a nuestra mil veces «bendita democracia», ahora ya no son nombrados por un dictadorzuelo  sino por un dictador lleno de ingenuidad y quien tiene la cualidad de dejarse babosear cada cuatro años: nosotros, el pueblo soberano que designamos con el poder sagrado del voto a los alcaldes, diputados y presidentes corruptos. Caigamos de hinojos y lancemos bendiciones a la democracia que ha maximizado nuestra estupidez.

   Dentro de los caciques hay una  clase especial: los señores alcaldes y miembros de la corporación municipal que se convierten, por mandato popular, en los dueños de los pueblos donde reina para convertirse en millonarios como objetivo principal de sus anhelos y ver, con mirada irónica que el pueblo que juraron mejorar sigue más abandonado, pese a que reciben más dinero. Antigua, Mixco, Villanueva, Chinautla, Chisec, Cobán, Quetzaltenango, Sololá, Mazatenango, Escuintla y los otros trescientos y pico de municipios del paí­s.

   Por supuesto que existen grandes ventajas, como el hecho de que aquel alcalde que antes fuera un pobretón, ahora tiene una casa de tres pisos con todas sus comodidades y al menos dos camionetas tipo agrí­cola y  los guardaespaldas correspondientes para resguardar su integridad fí­sica de aquellos enemigos de su popularidad y envidiosos irremediables por los millones que en cuatro años tendrán invertidos o depositados en los bancos, cómplices de todos estos caciques.

   Hay categorí­as de caciques, esa categorí­a dependerá de la plata que van a recibir y para ello puede instituirse sin, lamentablemente poder demostrarse, con solo observar el estado calamitoso de cada pueblo y visitar, como quien no quiere la cosa la residencia en construcción o ya terminada de cada uno de estos «amos» que nosotros mismos nos impusimos.

 Afortunadamente somos aguantadores hasta decir ya no. Si Jesucristo soporto una bofetada y después una increí­ble andanada de golpes, insultos, latigazos, hasta que lo crucificaron, sin exhalar un lamento, o al menos mentarles la madre a sus agresores, entonces, digo yo, ¿de qué podemos quejarnos nosotros simples mortales pecadores?

Felicitaciones. Hablando de caciques, felicitaciones a la Corte de Constitucionalidad porque no permitió que el alcalde de Mixco siguiera extorsionando a los automovilistas que circulan en la interamericana y que el de Antigua siguiera cobrando  parquearse en esa ciudad. Al fin  algo bueno…