En realidad preocupa que una amenaza lanzada por un pequeño grupo de bochincheros dispuestos a meter bulla el día en que el Presidente tenía que rendir su informe al Congreso de la República, haya significado que el Primer Mandatario de la Nación desistiera de ir a la sesión solemne que tradicionalmente se realiza en el inicio del período ordinario de sesiones y cuando es juramentada la nueva Junta Directiva del Organismo Legislativo. Preocupa porque es un mal mensaje el que se envía a la población si el mismo Presidente no se siente seguro cuando un puñado de personas amenaza con boicotear su ingreso a un recinto público, no obstante el despliegue de fuerza pública que de todos modos se terminó haciendo presente.
Creemos que es una falta de respeto a la Presidencia de la República que se amenace con impedirle al Presidente asistir a un acto solemne que por tradición se ha caracterizado siempre por la presencia del mandatario, pero la decisión del licenciado í“scar Berger de no acudir al Congreso, sino limitarse a enviar por escrito el mensaje, constituye un signo poco alentador, por mucho que legalmente haya actuado en el marco de lo que establece la Constitución, pero no en el marco de lo que la corrección política demanda en esa fecha tan peculiar y especial.
Sobre todo tomando en cuenta que los diputados asistieron pese a la amenaza de los bochincheros y si había riesgos tuvieron que correrlos. Un Presidente que tiene frente a sí el último año de su gestión y que necesita por fuerza establecer relaciones con un Congreso dominado por la oposición y en el que el oficialismo apenas si juega un papel bien periférico y poco relevante, debía haber aprovechado la sesión de ayer para tender puentes de entendimiento y, además de rendir el informe que por ley le corresponde, definir la agenda de lo que cree él debe ser la relación entre el Congreso de la República y el Organismo Ejecutivo durante los próximos doce meses.
Es de hacer ver que el efecto de esta decisión presidencial de ceder ante la presión de un grupo no muy grande de agitadores tendrá consecuencias en el plano legislativo porque los diputados han demostrado en ocasiones anteriores que están prestos a hacer pulsos con el Gobierno. No olvidemos que ya en una ocasión el mandatario se levantó de una reunión con diputados porque sintió que le estaban faltando al respeto y ese antecedente fue mencionado ayer por varios diputados con la evidente intención de refrescarlo para hacer ver que no hay «buena química» entre el mandatario y los miembros del Congreso.
La posibilidad de que pueda avanzarse en la reforma constitucional adelantada por el Ejecutivo como una meta para este año se diluye porque la misma pasa por el Congreso y cada día se hace más evidente que no vamos a tener relaciones amistosas ni de cooperación entre el Gobierno y los diputados.