Chichicastenango siempre fue el lugar preferido por mi mamá Gela para celebrar los Años Nuevos; decía que era el único lugar en que podía descansar de los ajetreos de la Navidad. En los tiempos de antaño, a medianoche, se prendían 12 velas de colores: una roja, para que siempre haya fuego en el hogar; una celeste, por el espacio sideral; una blanca, por la Luna; una amarilla, por el Sol; una verde, por la flora de los montes; una azul, por el agua de los ríos; una café, por la tierra; una verde arveja, por los quetzales, para que no falten durante el año; una color aguamarina, por los mares del planeta; una rosada, para que las ilusiones no se marchiten; una anaranjada, por los frutos de los árboles, y una obscura por las noches llenas de estrellas; todas ellas encendidas sobre la chimenea del dormitorio en el cuarto #16,  del Maya Inn en Chichicastenango. Al sonido de la chirimía y los tambores se renuevan los votos para el año que viene, ahí después del rezo se brindaba con una copita de Anís del Mono y las 12 uvas, por cada una un deseo.  Hoy, la inseguridad de los caminos y el mal estado de los mismos hace difícil la decisión de viajar al interior de la República; ese lujo solo el Presidente con su gran comitiva de seguridad se lo puede permitir, además no está la Magdalena para tafetanes.  Feliz Año Nuevo, que las bendiciones del misterio de Belén caigan sobre toda Guatemala para que algún día nos llegue la verdadera paz, y estos días presentes solo sean un recuerdo lejano, que no se vuelva a repetir.