Los amigos que se van? no se olvidan


El destino ineludible del fallecimiento llegó a un apreciado amigo con quien por más de 25 años compartí­ los diferentes avatares de la vida; desde la cátedra y desde el campo del derecho; él fue JOSE ANTONIO IGLESIAS BAILí“N; oriundo de uno de los rincones verdes del norte guatemalteco, donde la clorofila y savia de la naturaleza dotó a los lugareños de uno de los rincones más bellos del paí­s, me refiero a Lanquí­n, en Alta Verapaz.

Fernando Mollinedo

Sus primeros pasos en la docencia rural los desarrolló en Jutiapa, luego en otras poblaciones aledañas y cuando arribó a la capital ejerció docencia en escuelas nocturnas; inició sus estudios de derecho en la Facultad de Ciencias Jurí­dicas y Sociales de la Universidad de San Carlos, donde se distinguió en las prácticas penales por su versatilidad para el dominio del proceso del debate.

En el ramo administrativo, fungió como director de establecimientos de educación posprimaria hasta la fecha de su fallecimiento el dí­a de ayer en el Hospital Juan José Arévalo Bermejo, de la zona 6, de esta ciudad; asesoró los movimientos magisteriales de reivindicación en tiempos del gobierno de Vinicio Cerezo y en el último paro nacional magisterial.

Como amigo, fue una persona servicial dotada ?como muy pocos? de un sentido del humor y el uso del lenguaje castellano cervantino le distinguió como un hombre de amplio saber en los campos jurí­dico y educativo con una gran calidad negociadora. Amigo de incontable número de personas en casi todos los confines del paí­s, con amplio dominio del idioma K´equchí­ y un don de gentes inigualable.

Durante sus 34 años de servicio en el Ministerio de Educación, se granjeó la amistad, respeto y simpatí­a de las diferentes autoridades educativas durante varios gobiernos; en el campo jurí­dico fue persona docta en la resolución de conflictos; como amigo, solidario y fraterno.

Hoy en horas de la mañana, fue inhumado en el cementerio Los Cipreses; le acompañaron sus familiares, amigos y compañeros magisteriales quienes le brindaron el último adiós. Para quien esto escribe, amigo y ex compañero de trabajo, resulta un tanto difí­cil narrar en estas lí­neas el cúmulo de experiencias vividas en forma conjunta; desde los viajes a las Cuevas de Lanquí­n, a Petén, México y otros lugares, hasta los eternos plantones en los corrillos del Ministerio de Educación «suplicando» por la emisión de nombramientos para docentes del plantel que dirigí­a.

José Antonio Iglesias Bailón, ha dejado sembrada la semilla de la amistad en muchos lugares y en sinfin de personas que le conocieron, trataron y departieron la vida cotidiana con tan singular personalidad. Benefactor de muchos estudiantes de escasos recursos y mecenas de trabajadores que a su alero alcanzaron triunfos académicos en la Universidad. Sus diferentes cí­rculos de amigos integrados por personas de diferentes profesiones y estratos sociales le manifestaron su aprecio en este último adiós.

Gracias amigo, por ser participe de momentos tan especiales en mi vida personal, tu intervención oportuna dotada de amistad hizo posible mi reencuentro con fines de permanencia con la mujer que amo y con quien comparto ahora mi vida.

Nos quedan ahora los recuerdos de una añeja y alegra amistad y, quienes le conocimos, deseamos que descanse en paz y que el Sumo Creador y Hacedor de todas las cosas en este universo, le tenga en su sitial correspondiente. Hasta pronto amigo José Antonio Iglesias Bailón. A sus familiares, deseamos cristiana resignación.-