Los albores del proceso de paz


Hace menos de dos años, aproximadamente, sostuve una breve conversación con el cardenal Rodolfo Quezada Toruño, arzobispo metropolitano de Guatemala, a quien previamente le habí­a solicitado la cita, con el propósito de saludarle y pedirle su opinión respecto a un proyecto de investigación histórica que tení­a entre manos, y que allí­ se ha quedado.

Eduardo Villatoro

Ocurre que como yo fungí­ de secretario ejecutivo de la desaparecida Comisión Nacional de Reconciliación, tuve la oportunidad de participar en los primeros dos encuentros que miembros de esta instancia creada por el presidente Vinicio Cerezo, sostuvieron con comandantes y delegados de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, de suerte que cuento con suficiente documentación al respecto, incluyendo manuscritos que contienen casi textualmente los parlamentos de tales encuentros.

Aparentemente, el cardenal Quezada asumió interés en el proyecto, al grado de que insinuó el tí­tulo de la nonata obra con el nombre de «Los albores del proceso de paz», y me indicó que su secretaria se comunicarí­a conmigo dí­as después, para informarme del resultado de las gestiones que el ex presidente de la CNR efectuarí­a ante ciertas misiones europeas, a fin de que les planteara documentalmente la mencionada iniciativa.

He requerido de financiamiento para culminar el trabajo de investigación, especialmente en lo que atañe a precisar algunos aspectos de í­ndole polí­tica y económica que prevalecí­an en la época, de los cuales tengo vagos recuerdos porque no fui precavido en anotarlos oportunamente.

Pero no volví­ a saber del cardenal Quezada, en lo que concierne a este asunto, como tampoco fructificaron otras dos gestiones que hice por mi cuenta, de manera que en las gavetas de un mueble ubicado en el estudio donde cotidianamente trabajo, se encuentran olvidados varios testimonios escritos, además de los documentos archivados en mi ordenador.

Traigo a cuenta lo anterior con motivo de que mañana será celebrado el décimo aniversario de la culminación del extenso y complicado proceso de discusiones y negociaciones entre los gobiernos de los presidentes Cerezo, Jorge Serrano Elí­as, Ramiro de León Carpio y ílvaro Arzú con los comandantes de las fuerzas insurgentes, al haberse firmado el Acuerdo de Paz Firme y Duradera.

Como decí­a ayer Jorge Palmieri en su leí­da columna de elPeriódico, han sido olvidados algunos actores principales del arduo camino que condujo a terminar el sangriento conflicto armado interno, y citó los nombres de la señora Teresa de Zarco ( ) y el abogado Mario Permuth, y presumo que en su artí­culo de hoy sume otros personajes. Digo que conjeturo porque yo enví­o mi material a La Hora antes de leer los diarios matutinos.

En la primera reunión entre la CNR y la URNG, más de carácter exploratorio que de naturaleza oficial en su sentido estricto, en la sede de la Nunciatura Apostólica de San José de Costa Rica, participaron el entonces obispo de Zacapa Quezada Toruño, el malogrado obispo don Juanito Gerardi, ambos representantes de la Iglesia Católica; el que posteriormente serí­a presidente de la República Jorge Serrano Elí­as y el coronel Francisco Luis Gordillo Martí­nez, delegados de los partidos polí­ticos de oposición; el ingeniero agrónomo Leopoldo Sandoval, representante suplente del gobierno (el titular era el vicepresidente Roberto Carpio Nicolle, quien prudentemente se deslindó de esa función); la extinta escritora Tere de Zarco y el abogado Mynor Pinto Acevedo, en su calidad de Ciudadanos Notables, y el autor de estos apuntes, cumpliendo atribuciones ya mencionadas.

Este encuentro fue realizado en mayo de 1988, pero en vista de la inflexibilidad de las partes ?el gobierno y el ejército de Guatemala, y la dirigencia de la URNG? no se avanzó significativamente, y no fue hasta dos años más tarde que a instancias de la Federación Luterana Mundial y el reino de Noruega, se efectuó la primera reunión oficial entre la CNR, con plena representación del régimen de Cerezo Arévalo, y la delegación de la URNG.

Después de tres dí­as de intensas negociaciones, a finales de marzo de 1990 se suscribió el Acuerdo Básico para la Búsqueda de la Paz por Medios Polí­ticos, que inició el proceso consumado el 27 de diciembre de 1996. En aquella oportunidad, en la Casa de la Municipalidad de Oslo firmamos, por parte de la CNR, Serrano Elí­as, Mario Permuth (que habí­a sustituido a Pinto Acevedo) y Eduardo Villatoro. Por la URNG los médicos Francisco Villagrán Muñoz y Jorge Rosal (recientemente fallecido) y el comandante Luis Becker.

En lo que a mí­ corresponde, fui llamado a incorporarme a la CNR por el presidente Cerezo y el vicepresidente Carpio Nicolle, para hacer «labores de carpinterí­a», como yo le dije a Vinicio y a Roberto en su oportunidad.

(Romualdo me recuerda la sentencia que leí­mos en un parque dedicado a la paz en la capital de Costa Rica, escrito por un japonés cuyo nombre no retuve: «Dichosa la mujer costarricense, porque sabe que al parir, su hijo jamás será soldado»).