Los afganos lloraban hoy a sus muertos en el ataque de la OTAN que ayer causó un número récord de víctimas y reavivó las protestas por las muertes de civiles causadas por las fuerzas occidentales en sus ocho años de guerra contra los talibanes.
Los bombardeos destrozaron dos camiones cisterna que había sido robados por los talibanes en un momento en el que, según los testigos, un grupo de aldeanos se había precipitado hacia los vehículos para recoger carburante gratuito a invitación de los insurgentes.
Las autoridades afirmaron que los muertos eran principalmente insurgentes, pero el presidente afgano Hamid Karzai -que encabeza los resultados parciales de unas elecciones presidenciales denunciadas como fraudulentas- dijo que tomar como objetivo a la población civil era inaceptable. Su oficina cifró en 90 el número de muertos y heridos.
Hoy se celebraron oraciones por las víctimas en una decena de pueblos de los que eran naturales los muertos en la provincia norteña de Kunduz, donde el ambiente estaba muy cargado, según relataron los testigos.
Una delegación de los ministerios de Defensa y del Interior se desplazó hoy a primera hora a Kunduz para iniciar las investigaciones ordenadas por el presidente Hamid Karzai, indicó un representante.
El portavoz del ministerio del Interior, Zamari Bashari, señaló que todavía no se conocía la cifra total de muertos ni cuántos eran civiles.
El jefe de policía Abdul Razaq Yaqobi dijo que 56 personas murieron y 12 resultaron heridas y añadió que «todos eran talibanes».
En el hospital de Kunduz, donde fueron trasladados muchos de los heridos, Asmatula se encontraba con su hijo Shafiula, de 10 años, quien explicó que se encontraba con otros niños recuperando carburante. Sus piernas se quemaron cuando la cisterna se prendió fuego.
Asmatula dijo que le despertó el ruido de la explosión de las cisternas «y cuando llegué vi que estaba todo cubierto de muertos y de heridos».
«Todos los muertos eran talibanes», añadió.
Los talibanes emitieron un comunicado en el que aseguran que ninguno de sus milicianos se encontraba entre las víctimas.
«Cuando llegaron los aviones nuestros hombres sabían que podrían bombardear la zona, entonces toda nuestra gente abandonó el lugar», señala la nota recibida por correo electrónico.
El ataque aéreo ha puesto en evidencia el aumento de la presencia de los talibanes en el norte del país.
La Casa Blanca expresó su «gran preocupación» por la pérdida de civiles y los gobiernos europeos avisaron de que el ataque podría minar las posibilidades de éxito de la misión de las 64.500 tropas de más de 40 países de la OTAN que lucha contra los talibanes desde que la invasión liderada por Estados Unidos los echó del poder en 2001.
La policía y el ministerio del Interior señaló que en el ataque murieron 56 talibanes y otros 10 resultaron heridos, incluido un niño de 12 años.
Mahbula Sayedi, un portavoz del gobierno en Kunduz, dio la cifra más elevada de víctimas, al señalar que 90 personas murieron, aunque indicó que la mayoría eran talibanes.
La insurgencia, que con frecuencia exagera sus revindicaciones como parte de su propaganda, señaló que murieron 150 aldeanos, la mayoría niños pequeños.
Apenas cuatro días antes del ataque, el comandante de Estados Unidos y de la OTAN en Afganistán pidió una nueva estrategia en el país para revertir la «grave» situación.
La Casa Blanca también señaló que el incidente se investigaría y el jefe de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, pidió que se abriera una investigación.
La Fuerza Internacional para la Seguridad y la Asistencia (ISAF) de la OTAN dijo haber bombardeado dos camiones cisternas robados y señaló que murió un gran número de insurgente aunque expresó su pesar por «cualquier pérdida de vida humana innecesaria»
Varios países europeos mostraron hoy su indignación por el bombardeo de la OTAN que ayer dejó casi un centenar de muertos en Afganistán, mientras Alemania defendió la operación ordenada por uno de sus oficiales.
El ministro francés de Relaciones Exteriores, Bernard Kouchner, calificó de «gran error» el ataque de la OTAN contra dos camiones cisterna robados por talibanes, a su llegada a una reunión con sus homólogos de la Unión Europea (UE) en Estocolmo.
Kouchner defendió que la estrategia en Afganistán debe ser «principalmente trabajar con el pueblo afgano, no bombardearlo».
El jefe de la diplomacia luxemburguesa, Jean Asselborn, también denunció la operación de la Alianza Atlántica.
«No comprendo cómo se pueden soltar bombas tan fácil y rápidamente», deploró Asselborn. «En la OTAN, también tiene que haber reglas» en la materia, agregó.
«Se trata de actos terribles que no deberían producirse nunca», fustigó por su parte el titular italiano, Franco Frattini.
El español Miguel íngel Moratinos resumió el tono con el que los ministros abordaron la tragedia durante su reunión: «La mayoría expresó su preocupación y algunos de nosotros pedimos que se haga esa investigación y se procure no tener pérdidas civiles», dijo.
No obstante, el ministro alemán de Defensa, Franz Josef Jung, justificó el bombardeo ordenado por uno de sus oficiales: «Cuando a seis kilómetros de nosotros, los talibanes se hacen con dos cisternas de gasolina, ello supone un gran peligro para nosotros», declaró en el sitio internet del diario Bild.
La controversia sobre el ataque ensombreció el debate que los ministros europeos mantuvieron sobre la estrategia de los occidentales en Afganistán y su relación con el futuro gobierno, mientras sigue el recuento de los votos de las elecciones presidenciales de agosto.
Concretamente, los europeos estudiaban condicionar su ayuda a que Kabul adopte una serie de compromisos con la comunidad internacional, en particular, en la lucha contra la corrupción.