Los acomodos previos a las elecciones


Oscar-Marroquin-2014

El transfuguismo forma parte de nuestra escena política con la misma intensidad y descaro que la corrupción porque, al fin de cuentas, se trata de fenómenos que van de la mano y que tienen una estrecha e íntima relación. En países con partidos políticos basados en ideología y principios, no se imagina el elector viendo que su diputado, el que fue electo por una formación partidaria, se pase a otra porque ello significa cambiar de esencia porque la militancia política tiene un sentido que trasciende el negocio y el trinquete.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


En cambio, en este mamarracho de sistema que algunos todavía tienen la desfachatez de llamarle democracia, no hay ideologías y mucho menos valores y principios porque quien participa en política no lo hace con el afán de servir sino de servirse y con la cuchara grande. Por ello es que cuando se acercan las elecciones cada diputado va tanteando sus posibilidades de ser reelecto y cuando no le salen las cuentas, simplemente hace sus tanates y se pasa a otro partido. Que los electores lo hayan elegido porque era parte de una plataforma es irrelevante, porque la misma plataforma de todos modos ya hace rato que desencantó a los ciudadanos que más temprano que tarde se volvieron a dar cuenta que cayeron de babosos con las ofertas de campaña.
 
 No es secreto que en nuestro Congreso hay verdaderos caciques departamentales que tienen una extensa red de lealtades construidas a cambio de beneficios como el manejo corrupto del listado geográfico de obras. Muchos son los que llevan varios períodos mangoneando el Presupuesto para dirigir fondos a proyectos clientelares en los que sus operadores locales quedan con la mano untada y con poder suficiente para asegurar una respuesta electoral que se vuelve atractiva para cualquier partido. Lo mismo pasa con los Alcaldes y por eso los medranos son tan populares e interesantes para los candidatos que necesitan sumar votos, vengan de donde vengan y signifiquen lo que signifiquen. Honestidad, eficiencia y vocación de servicio son puras viejadas que no tienen el menor sentido en la política moderna de Guatemala donde cuenta el aporte de cada quien a una campaña, mismo que se recupera posteriormente con creces.
 
 Los llamados partidos políticos son apenas vehículos electoreros para alcanzar posiciones de poder y como tales son utilitarios y al dejar de servir, se tiran al cesto de la basura. Por ello no hay partidos que repitan ni que tengan larga vida, porque una vez alcanzado el propósito, cada quien busca una nueva organización que le pueda garantizar la continuidad de los trinquetes que son la quinta esencia de la actividad política.
 
 Y como en el Congreso se vive en una intensa subasta abierta a todo mundo, lo mismo se cobra por aprobar una ley que por mudarse de partido. Nadie tiene que preocuparse por arrastrar una ideología que lo marque o defina porque si en algún lugar se puede asegurar que murieron las ideologías es en nuestra arena política.
 
 Los que hoy se pasan al partido que puntea en las encuestas, pueden pasarse a otro si soplan nuevos vientos. Bien decía un viejo político marrullero que en política los pactos se hacen para romperse.