No es sólo porque presentaban «Las bizarrías de Belisa», del clásico español Lope de Vega, que el Teatro Nacional de San José estaba lleno este martes al mediodía, sino porque la iniciativa «Teatro al mediodía» se ha convertido en un rotundo éxito de público que ha desbordado hasta las previsiones más optimistas de sus organizadores.
Aulas enteras de colegios, jubilados, niños pequeños, funcionarios, trabajadores o empresarios abarrotaban el coqueto Teatro Nacional de San José, uno de los escasos monumentos históricos de la ciudad, mientras las decenas de personas que se quedaron sin entrada para ver a la joven Compañía Nacional de Teatro Clásico de España (CNTC) hacían fila para comprar para futuras citas.
La CNTC, cuyos actores tienen menos de 30 años, ha presentado esta obra poco conocida de Lope de Vega en el mismo escenario desde el viernes, pero para la función del martes tuvieron que acortarla para cumplir con los requisitos de la iniciativa.
Y el resultado ha sido «excelente, precioso», en opinión de Marilyn Castro, quien acompañada por sus hijos Josua y Joana, de corta edad, era la primera vez que visitaba el Teatro Nacional y veía una obra de esta calidad.
La estadounidense Jody Steiger, directora del Teatro Nacional, que asistió a la función en el palco con la ministra de Cultura, María Elena Carvallo, está «sumamente contenta» por el éxito de esta experiencia, que pretende acercar las artes escénicas sobre todo a las nuevas generaciones para crear adeptos.
«Se demuestra que el costarricense está hambriento de cultura, más que de hamburguesas», dice a la AFP.
Desde que se inició el 24 de febrero, la cita los martes al mediodía del Teatro Nacional es ineludible.
«El primer día vinieron más de 2.000 personas», dice, y por el momento sólo quedan entradas para la última función de abril en galería y para mayo y junio están «medio vendidas», dice la directora.
El costo de las entradas es de 500 colones (cerca de 1 dólar), menos que el papel de las boletas, y los extranjeros pagan 5.000 colones (unos 9 dólares) con derecho a visitar después el Teatro, declarado patrimonio histórico del país.
La ministra dice que los costarricenses pagan impuestos para mantener el Teatro Nacional, por lo que éste se lo «devuelve» a los costarricenses, pues no todo el mundo dispone de los 20, 30 ó 50 dólares que cuestan las funciones ordinarias.
Y es, que al igual que en el resto del mundo, en Costa Rica el público más joven ha desertado del teatro por lo que el fin de esta experiencia es «ir creando una generación de relevo que le tenga cariño» a las artes escénicas, asegura Carvallo.
A Marta Porras, educadora jubilada, le encanta el teatro, pero «por la inseguridad» y la distancia, le resulta prácticamente imposible asistir a las funciones de noche.
«Faltan ofertas culturales diferentes», se queja, elogiando esta «oportunidad magnífica» que se le brinda.
«Muchas personas no son muy aficionadas, pero esto les acerca al teatro», dice Porras.
Mientras su amiga Marita Bonilla, enfermera también jubilada, hace gala de más pragmatismo ante esta iniciativa: «Es un rato que podemos liberarnos de las labores de casa», dice.