Loor a Maradona


Los adoradores del astro argentino del fútbol disfrutaron del clí­max a medianoche de una nueva navidad y año maradoniano.

Jóvenes devotos de la excéntrica iglesia argentina creada en honor de Diego Maradona rendí­an culto la madrugada del jueves a su í­dolo y mesí­as del fútbol, entre dulces cánticos de «Feliz cumpleaños» y el grito de guerra de «Â¡Volveremos a ser campeones!»


Con fervor religioso y fanatismo deportivo, casi 300 miembros de la feligresí­a celebraban así­ en un local nocturno de Buenos Aires el cumpleaños número 48 del ex jugador y su flamante nombramiento como DT de la selección.

Una bizarra escena que parecí­a salida de una pelí­cula de Federico Fellini, con la colaboración de Tim Burton y Emir Kusturica, se desarrollaba con una cuenta progresiva de uno a diez, a coro, justo hasta la medianoche, cuando para los beatos empieza cada año «La Navidad Maradoniana».

El éxtasis se vivió al escuchar a esa hora la voz de Maradona por altavoces, en comunicación telefónica, para decirle a los fanáticos que les daba las gracias «de todo corazón por tanto cariño», y por hacerlo feliz.

«Esto que cantan de volveremos a ser campeones (como en el 86, en el Mundial de México) es un sueño que tenemos. Dios está con nosotros. Y tengan fe en el verdadero Dios», les dijo el ex capitán albiceleste, arrancando lágrimas y gritos de amor delirante, con estribillos a voz en cuello, como en un estadio.

Las palabras de Maradona fueron de gratitud pero también resonaron en el atestado y sofocante recinto como una invitación a bajar a tierra y moderar la idolatrí­a, en un restaurante de cena-show de nombre poco inclinado al recato mí­stico como «Pizza banana», a metros del Rí­o de la Plata.

Pero nada, ni siquiera la voz del dios terrenal que adoran hasta el paroxismo, podí­a frenar la devoción de quienes momentos antes habí­an desfilado enfundados en sotanas blancas con el número 10 en la espalda, como una misa pagana y secular, mientras entonaban letras futboleras con música sacra.

«Estamos orgullosos de este sueño. Del fuego sagrado que arde en Diego. Cuando Diego estaba en Cuba (recuperándose de las adicciones) y todos le daban la espalda, nosotros estábamos creando la Iglesia Maradoniana», dijo a la AFP Hernán Amez, uno de los fundadores, enérgico y carismático.

«Nosotros lo homenajemos en vida, es logica pura, cada religion tiene un dios, y el dios del futbol es Maradona», agrega Alejandro Verón, otro de los fundadores.

Amez y una veintena de los llamados «apóstoles», habí­an desfilado detrás de una sacerdotisa del culto maradoniano que portaba entre sus manos, elevándola hacia un imaginario cielo, una pelota de fútbol con una corona de espinas, como la de Jesucristo.

«Los fanáticos argentinos tienen más fuerza que los de Chile. Son más divertidos. Estar aquí­ es una fiesta», comentaba Hernán Mery, un miembro chileno de la iglesia que cruzó la limí­trofe Cordillera de Los Andes y se presentó con una camiseta amarilla con la leyenda «La mano de Dios».

A tono con la camiseta, detrás suyo, una gigantografí­a reproducí­a la imagen del arquero inglés Peter Shilton, cuando salta para buscar una pelota en el estadio Azteca, aquel dí­a del partido de cuartos de final contra Argentina en el Mundial de México-86.

Pero es una foto trucada, sin Maradona, cuyo lugar lo ocupan en vivo los creyentes, en el instante de la legendaria «Mano de Dios», para bautizarse saltando con una camiseta argentina y anotando el primer gol (2-1), mitad con la mano, mitad con la cabeza, como su í­dolo.

Así­ reciben el sacramento maradoniano y uno de ellos es un joven brasileño de Rio de Janeiro, Guillermo Homsy, quien le dijo que «el mejor jugador de la historia es Maradona».

A un costado, se anunciaba a una pareja de sordomudos que vení­a a «dar su fe y pasión por Maradona», mientras Lionel Dí­az, un robusto moreno de la periferia oeste contaba que jugó un duelo de cabezazos con Maradona y su í­dolo lo dejó ganar.

El clí­max se disfrutó a medianoche de una nueva navidad y año maradoniano, cuando se cantaba en italiano el célebre «Ho visto a Maradona», que popularizaron centenares de miles de adoradores napolitanos.

Entre saltos y revoleos de banderas, soltaron los hinchas el más grande grito desafiante de batalla: «Â¡El que no salta es un inglés!» y quedó probado una vez más aquel aforismo del ex jugador, DT y escritor argentino Jorge Valdano: «El fútbol es la cosa más importante de las menos importantes».