Mil doscientos fanáticos vestidos de rojo, amarillo y verde -los colores de la bandera boliviana- se congregaron entusiasmados en el estadio de futbol de la ciudad minera de Potosí. Pero no estaban allí alentando a su selección. Estaban por otra causa nacional: tocar todos juntos el charango, en la llamada «Orquesta de los 1.000 Charangos». La idea no era sólo entrar en el libro Guinness de los récords y dar vida al «Día Mundial del Charango», sino también demostrarle al mundo que éste instrumento andino «es boliviano».