Lo repito e insisto, por eso es que estamos como estamos


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De resultas de lo que expresé en mi columna de la semana pasada, más de uno de quienes leen lo que semanalmente publico aquí­, en La Hora, me decí­an que les parece exagerado decir que desde 1954 nada ha cambiado en nuestro paí­s, que en lugar de avanzar se ha ido para atrás y todo tiende a empeorar.

RICARDO ROSALES ROMíN
\ Carlos Gonzáles \

ricardorosalesroman423@gmail.com

 


En cierta forma considero que tienen algo de razón y tienen algo de razón si lo que se analiza o examina es lo meramente formal. Mi opinión –y en eso coincido con quienes así­ lo ven y me lo han dicho– es que en lo formal algo es lo que ha cambiado pero esos cambios nada tienen que ver con lo de fondo que, en general, permanece intacto.

De 1986 a la fecha quienes nos han gobernado, formalmente, no son los mismos que lo hicieron de 1954 a 1963 y los gobiernos militares y contrainsurgentes que usurparon por la fuerza el poder durante los 22 años siguientes, son la continuación del entreguismo liberacionista, la corrupción del ydigorismo y la polí­tica de represión y terror gubernamental contra el pueblo.

La represión y el terror gubernamental como forma de gobierno (1954 – 1963) dio paso a la institucionalización de la contrainsurgencia y el terrorismo como polí­tica de Estado (1963 – 1986) y que, estrictamente hablando, no se desmontó después. Se ha seguido aplicando a través de otras formas y por otros medios.

Dicho en otros términos, a partir de la intervención estadounidense se ha institucionalizado una sucesión gubernamental que corresponde, en general, a los mismos intereses de clase de las élites oligárquicas y patronales locales y del imperialismo estadounidense.

En tales condiciones, nuestra lucha social y popular, progresista y revolucionaria, se libra en las más duras condiciones de clandestinidad a partir del momento mismo en que se consuma la intervención estadounidense, da un salto de calidad con el desencadenamiento en 1960 de la lucha armada popular y revolucionaria y alcanza su punto más alto de auge, avance y desarrollo, ampliación y profundidad, unidad y representatividad con la constitución de URNG en febrero de 1982 y la suscripción del Acuerdo de Paz Firme y Duradera en diciembre de 1996.

Los monopolios estadounidenses que con la reacción conservadora local fraguaron los más de 30 complots contra el presidente Arévalo y montaron, patrocinaron y llevaron a cabo la intervención extranjera al paí­s, son los mismos que impusieron, después, a gobernantes militares de fuerza, contrainsurgentes.

Los monopolios estadounidenses de entonces pasan a ser las grandes transnacionales de la época del neoliberalismo y la globalización y las élites oligárquicas y patronales locales de ahora, en el fondo, en nada se diferencian de la reacción conservadora de aquellos años.

Transnacionales y élites oligárquicas y patronales locales vienen a ser y son la continuación de la dependencia y dominación imperial y el conservadurismo reaccionario de antes, a través  del libre mercado, la competitividad y el consumismo, la integración regional neocolonizadora y el asimétrico tratado de libre comercio.

Sin ir muy lejos, la democracia actual es, al igual que la que se dijo institucionalizar en 1956 y 1965, una democracia representativa, formal y de 1986 a nuestros dí­as, el sistema gobernante y polí­tico, de partidos y votaciones reproduce el deterioro a que se llegó en los 32 años anteriores, acentuando y agravando la crisis institucional y de gobierno. En lo institucional y gubernamental, en el fondo, nada ha cambiado.

Y si de los partidos algo se quisiera decir bastarí­a referir lo cuestionado que están y su manifiesta incapacidad en el ejercicio y práctica del qué hacer polí­tico, oportunismo, corrupción y transfuguismo e instrumento de la derechización del paí­s.

En consecuencia y en lo positivo que pudiera ocurrir, todo indica que sean los resultados que sean y sea quien sea el que asuma la más alta magistratura el 14 de enero, las votaciones del 11 de septiembre,  podrí­an ser el último eslabón de la cadena de dominación reaccionaria y conservadora local y la dependencia imperial.

Ello depende del voto ciudadano, social y popular que, al cuestionar en las urnas la caduca y agotada institucionalidad vigente y lo estructural y de fondo, pasarí­a a ser la más legí­tima manifestación de la toma de conciencia de que es por eso que estamos como estamos a la vez que harí­a posible pasar a una etapa superior de lucha por los cambios de fondo que nuestro paí­s necesita y no de los de forma que para lo único que han servido es para que todo siga igual o tienda a empeorar aún más. http://ricardorosalesroman.blogspot.com/