“Lo que se siembra se cosecha”


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Hace algún tiempo, como corolario a una de mis opiniones, uno de los comentarios que por Internet recibí decía que “lo que se siembra se cosecha”. Ante esa evidente verdad, debemos considerar que el concepto se aplica a las naciones, a las sociedades, a las familias, a las parejas y a los individuos, al así hacerlo también debemos de estar ciertos que al igual que la parábola, no todo lo que se siembra es trigo, también en los campos crece la cizaña, la cual es sembrada de forma directa o indirecta, por cuanto nada de lo que crece lo hace sin que exista una acción intermediaria.

Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com


En la vida de todos los estamentos sociales, el esfuerzo que se realiza individual o colectivamente es con la pretensión de obtener un fruto positivo. Desde que un niño nace, sus padres tratan de inculcarle que siembre el bien, que se esfuerce en educarse, en prepararse. A nadie sus progenitores le enseñan a sembrar cizaña o a cultivar y desarrollar actitudes negativas, improductivas que le hagan una persona incapaz e inepta, todos aspiramos a que nuestros hijos y nuestros nietos sean seres constructivos, tanto para su nación, su sociedad y en especial para su familia y que a la edad adulta forjen un hogar respetable, honorable y por consiguiente constructivo socialmente.

Por ello, es tan preocupante ver actualmente que existen movimientos que pretenden desvirtuar lo que es el matrimonio y tratan de impulsar acciones para que se legalice la unión entre dos seres del mismo sexo, argumentando que merecen los mismos derechos y las mismas obligaciones. ¿Será esto natural, será procedente? Lo mismo está sucediendo con el vínculo matrimonial; es frecuente escuchar a los jóvenes hablar de su pareja pero no de su esposo, ni de su esposa, sino de su pareja, de la persona con quien tienen una convivencia de adultos pero no la sustentación moral y legal que produce el matrimonio, donde se sabe que tanto la mujer como el hombre adquieren un rol, una obligación el uno para con el otro.

Será conveniente sembrar de esa forma tan inestable o será solo la muestra que así como existe un cambio actualmente en el área tecnológica, en el mutuo respeto entre el hombre y la mujer también consciente o inconscientemente estamos produciendo la cizaña que destruye  la pareja, el hogar y por consiguiente a la familia.

En lo que se refiere a los adultos mayores donde tengo la suerte de incluirme, esas mutaciones o fenómenos sociales que están aconteciendo nos afectan menos porque si bien hay quienes en nuestra edad optan por una separación, renunciando así a la convivencia y a las obligaciones hacia su pareja no así a conservar los beneficios materiales que les permitan vivir del proveedor en que convierten a su cónyuge, vemos que entre más sólida es la familia y el grupo social éste menos se afecta. Lo normal es que aunque en un principio se le afecte al proveedor, poco a poco la conformidad, la tranquilidad y la paz llegan, especialmente si se ha sembrado en tierra fértil por cuanto los hijos y los nietos se convierten en el trigo limpio que inunda de satisfacción y de alegría en buena parte el día a día.
Por ello es tan importante que si llega el momento se confirme que se ha sembrado bien y que la cizaña no debe arraigarse, mucho menos impedir los logros provenientes de lo sembrado como niño, como joven y como adulto. En todo caso a lo sembrado debe agregársele la fe que sostiene las raíces de donde provenimos ante cualquier eventualidad y ante cualquier tormenta o huracán, raíces que son la mayor fortuna heredada.
¡Guatemala es primero!