Lo que retorna con Pérez Molina


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Ante el desconcierto de la comunidad internacional, particularmente la que está informada de la historia contemporánea de Guatemala, la mayorí­a de los votantes guatemaltecos ha elegido como Presidente de Guatemala para el perí­odo 2012-2016, al general Otto Pérez Molina. La victoria del exmilitar implicará el retorno al gobierno de la cúspide empresarial que ha sido denominada “tradicional”. Es decir la burguesí­a heredera de la más rancia oligarquí­a guatemalteca que vuelve a tener una injerencia directa en el gobierno del Estado.

Carlos Figueroa Ibarra

 


Esto  no significa que con los gobiernos de Alfonso Portillo (2000-2004)  y ílvaro Colom (2008-2012) haya estado alejada del poder del Estado. Retorna al gobierno la parte más conspicua de la  clase dominante en el marco de un amplio abanico de alianzas polí­ticas y sociales. Al menos tres derechas estarán presentes en el gobierno de Pérez Molina. La primera de ellas será la derecha neoliberal, en tanto que  es hoy el neoliberalismo la ideologí­a orgánica de los sectores dominantes del paí­s. Estará acompañada de los resabios de la derecha anticomunista en tanto que el anticomunismo sigue siendo un atavismo de las derechas guatemaltecas. Finalmente, en este concierto se ha unido la vertiente del propio Pérez Molina, la derecha contrainsurgente, expresada sobre todo en el grupo de exmilitares que han estado implicados en los crí­menes de lesa humanidad.

Y en las cañerí­as de todo este tinglado, estará presente uno de los grandes poderes ocultos que existen en el paí­s: “El Sindicato”. Esta organización clandestina, concierto de militares genocidas y crimen organizado, se ha reputado como originada en la promoción 1973 de la Escuela Politécnica a la que pertenece el propio Pérez Molina. Es “El Sindicato”, rival de “La Cofradí­a”, grupo similar que estuvo presente en el gobierno de Portillo y que fue partí­cipe del triunfo de Colom en las elecciones de 2007. Conviene recordar el mundo subterráneo de la polí­tica guatemalteca porque pareciera olvidarse y adjudicarse este hecho a una imaginación paranoica. No ha faltado quien me pregunte si en verdad existen esos poderes ocultos, pregunta que demuestra precisamente el éxito de su actuar.

Con Pérez Molina retorna al gobierno una visión autoritaria y represiva  de la gestión del Estado que tiene una añeja tradición en Guatemala. El mito del hombre fuerte que con mano férrea (o dura)  acaba con el caos social e impone el orden ha beneficiado a Pérez Molina, como en un determinado momento benefició a Efraí­n Rí­os Montt. Es el fantasma del dictador Jorge Ubico (1931-1944) el que retorna a través del imaginario de la derecha más recalcitrante en Guatemala. Justo es decir que la descomposición social en Guatemala, la rampante violencia delincuencial del crimen callejero y plebeyo además del crimen organizado, han creado las condiciones para un voto masivo a favor de Pérez Molina en el área metropolitana del paí­s (más del 71%). Fueron los cascos urbanos y sus periferias las que le dieron la victoria Pérez Molina mientras que en el interior del paí­s, principalmente los departamentos más depauperados y con mayor población indí­gena se inclinaron por Manuel Baldizón, quien obtuvo allí­ el 52% de los votos. Pérez Molina y sus partidarios supieron capitalizar el apetito punitivo de las clases medias y sectores populares urbanos ideologizados por los grandes medios de comunicación, las universidades privadas neoliberales y las mega iglesias protestantes. Dentro de ese abanico de alianzas, el núcleo duro de la derecha radica particularmente en esas clases medias urbanas animadas de un pensamiento reaccionario sustentado en el dogma neoliberal que se ha vuelto una suerte de sentido común. El resto lo hizo la ineficacia gubernamental para hacer decrecer el ritmo de la violencia delincuencial en el paí­s. Hoy los cascos metropolitanos de Guatemala y El Salvador  y la Costa Atlántica de Honduras forman parte de la región más violenta del mundo si medimos este hecho por el número de homicidios por cada 100 mil habitantes. Todo esto anima una de las bases del triunfo de Pérez Molina: el clamor por medidas férreas contra la delincuencia.

La victoria electoral de Pérez Molina no implicará por supuesto el retorno de los militares al poder. La dictadura militar terrorista no tiene  las condiciones externas e internas que le dieron origen en 1963. Sí­ implicará el retorno de una mentalidad contrainsurgente aliada al oscurantismo reaccionario propio de la clase dominante guatemalteca. Implicará el retorno de la voluntad de impunidad que anima a todos los genocidas en el paí­s y que tienen hoy como blanco inmediato a la Fiscal General Claudia Paz y Paz. í‰sta  se ha ganado el odio por el procesamiento de los altos mandos del terror estatal en un perí­odo, los generales Humberto Mejí­a Ví­ctores y Héctor Mario López Fuentes, además de otros implicados de menor estofa. La demanda hecha por Ricardo Méndez Ruiz Valdés, poco sustentada en términos jurí­dicos y factuales, tiene a la Fiscal como objetivo de ataque y no a sus supuestos secuestradores en 1982. Basta ver la disparatada lista de los 26 imputados para advertirlo.

El peor de los imaginarios autoritarios ha retornado con Pérez Molina. El tiempo dirá cuánto durará antes de desinflarse.