Llevo rato que me pega el sol, así es que con propiedad puedo decir que los funcionarios, los diputados, los alcaldes y cuanta persona esté revestida de autoridad en Guatemala se sienten intocables. Así, iguales a los de la serie televisiva de Eliott Ness. De esa cuenta, cobran viáticos aunque la concesión del viaje haya sido con gastos pagados; en los organismos u otras entidades hacen dizque «ahorros», para después embolsarse muchos millones de quetzales; se autorrecetan sobre sueldos, bonos o incentivos fuera por la época navideña, de la independencia o porque así les ronca la gana y, en mal uso de una inmunidad mal entendida, cometen cada tropelía, que para qué les cuento.
Las leyes del país prohíben y castigan este libertinaje. No, no me vengan con cuentos que hay que legislar más para contener las ilegalidades de nuestros politiqueros. Eso sí, hay que aplicar la ley tal cual es y punto. Pero aquí está el detalle, el ciudadano, individual y colectivamente, debe armarse de arrojo y valentía para ponerle a toda esa sarta de pícaros las peras a cuatro. De lo contrario, van a seguir haciendo de las suyas los diputados, los jueces, los policías o los fiscales. ¿Cuánto apuesto? Acabo de ver el titular de un matutino en que se lee: «Reformas a la ley, para procesar a policías corruptos». ¿Para qué? ¿Cuánto tiempo más nos vamos a pasar buscando excusas para no limpiar a fondo la escoria policial que venimos denunciando desde hace muchos años?
La semana pasada en otro matutino leí: «Polémica por falta de personalidad jurídica», poniendo en tela de duda si los señorones de la PMT, de EMETRA, de EMPAGUA y tantas más dependencias municipales pueden poner multas a su sabor y antojo y que los jueces municipales, en lugar de hacer «justicia», lo que significa el título del cargo que desempeñan, se sigan prestando a los caprichos del alcalde o del Concejo Municipal que preside. ¿Para qué sirven las leyes pues? Por ejemplo, con solo hojear el Código Municipal en vigor podrá usted enterarse que la Policía Municipal trabaja «bajo las órdenes del alcalde» entonces, si estos señores no cumplen con sus funciones o abusan de ellas ¿a quién hay que pedirle cuentas de la anomalía, si no a su propio jefe?
No es secreto para nadie que en Guatemala se haya vuelto costumbre que la gente llegue a ocupar un cargo público sin preocuparse de cuáles son sus deberes y obligaciones, sino toda la atención va hacia sus «derechos». De ahí provienen las apropiaciones indebidas, el mal uso de los fondos públicos o los abusos de poder. Como bien dice el refrán: «no tiene la culpa el loro sino el que le enseña a hablar», por ello, nomás le da una pistola a un agente, para que se sienta el Sheriff del pueblo con licencia para matar o para detenerlo a usted a media noche o de madrugada so pretexto de «pedirle sus papeles», cuando de día, se hace el baboso ante el abuso de tanto camionetero irresponsable.