Lo que le queda al imperio de su patio trasero


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En un matutino del país, se informó recientemente acerca de lo expresado por la ultraconservadora congresista Ileana Ros-Lehtinen, presidenta de uno de los comités de la estadounidense Cámara de Representantes. Ella asegura que los «malos gobiernos de América Latina y el Caribe» (Nicaragua, Cuba y Venezuela) tratan de «socavar nuestra seguridad nacional» (Prensa Libre, 19/03/2014).

Ricardo Rosales Román
\ Carlos Gonzáles \


Ésta no es sólo la opinión de la reaccionaria congresista cubano-estadounidense. Para los gobernantes estadounidenses, al sur del Río Bravo hay gobiernos «malos» (los que ve como el enemigo principal), gobiernos que le son “incómodos” y gobiernos sumisos. Mientras que a los sumisos hay que alinearlos y garantizar su incondicionalidad, a los “incómodos” hay que hostigarlos y desestabilizarlos y, a los “malos”, además de hostigarlos y desestabilizarlos, derrocarlos.
   
    Esto último es lo que pasó en Honduras y en Paraguay. En el momento actual, intentan derrocar al gobierno legítimamente constituido de Venezuela. Lo mismo han tratado de consumar en Ecuador y Bolivia. En todo caso, la situación y condiciones actuales –en lo nacional e internacional–, no se los ha permitido.
    A Washington, en Venezuela, sus planes no le están saliendo como los tenían previstos.
   
    Pese al desabasto provocado por los conspiradores locales y extranjeros, el vandalismo, las acciones terroristas apoyadas desde el exterior y el manipulado proceder de los medios al servicio de las élites empresariales (y la resonancia que se le da en el extranjero), el gobierno del presidente Nicolás Maduro se ha fortalecido y el proceso revolucionario bolivariano, cuenta con el apoyo y la unidad del pueblo venezolano y la solidaridad de gobiernos, países y sectores populares y progresistas de pueblos amigos.
   
    Por otro lado, para la Casa Blanca hay gobiernos que les son incómodos, ideológica y políticamente. Con el apoyo de las élites conservadoras locales, Washington trata de impedir que avancen en la lucha contra la injusticia social, la inequidad y desigualdad, por su plena independencia y soberanía. Es el caso de Uruguay, Brasil, Argentina y El Salvador.
   
    Además, le son «incómodos» algunos de los gobiernos de los ocho países a los que sigue considerando su patio trasero y que, en un momento dado, parecieran «desalineárseles» o porque su agotamiento institucional, político, económico y social, pone en riesgo la gobernabilidad en la región y su seguridad nacional.
   
    Para Washington, en consecuencia, hay cinco gobierno «malos», cuatro que le son «incómodos» y ocho que siéndole sumisos, en algún momento, le resultan «incómodos», los presiona y condiciona su ayuda a fin de asegurar su obediencia.
   
    En ese marco, la correlación gubernamental actual en el Continente no es la que era antes del triunfo de la Revolución Cubana (1959) y de la primera elección del presidente Hugo Chávez (1998). Su patio trasero se le reduce. Son 55 años de cambios trascendentales en América Latina y el Caribe.
   
    Es por ello que hostiga y trata de desestabilizar a los gobernantes que le son «incómodos», derrocar a los que ve como el enemigo principal y garantizar la obediencia y sumisión de los que se le «desalinean».