Es sabido que muchos eventos sociales y políticos impactan directamente en el arte de una sociedad. Y de todos estos hitos, probablemente el que más impacto tuvo en la mayor parte del mundo, fue la Revolución Rusa de octubre.
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Este hecho tuvo su punto cumbre el 7 de noviembre de 1917, es decir, en esta semana se cumplieron 90 años. Usualmente, se le llama Revolución de Octubre, debido a que en ese tiempo Rusia aún conservaba el calendario juliano, y según ese conteo, se registró en ese mes, pero para el calendario gregoriano, el que rige actualmente, fue en la fecha ya consignada.
Ahora bien, en lo que consigna al arte, la Revolución Rusa presentó modelos que se seguirían en varias partes del mundo; pero estos ejemplos no fueron constantes a lo largo del período de revolución, que culminó hasta en 1991, con la ruptura de la Unión Soviética.
PRIMERA ETAPA
Rusia se encontraba sumergida en un profundo atraso, no sólo político sino cultural. Las nuevas ideas de la Revolución, aunado con la apertura hacia Europa, que conllevaba el contacto con las vanguardias, hizo que el movimiento artístico explotara en Rusia.
La Revolución dio pie a nuevas corrientes vanguardistas, experimentadas en un primer momento por Vladimir Maiakovsky y León Trotsky.
En ese momento, las vanguardias eran un despertar hacia nuevas posibilidad. De ahí que la corriente favorita fuera el Futurismo, ya que ansiaban la modernización de un Estado atrasado.
Sin embargo, con el correr del tiempo, Trotsky sería expulsado del país en 1929 (y sus teorías artísticas las lleva, por ejemplo, a México, en donde Diego Rivera y Frida Kahlo las aceptan), y el gobierno centralista de Stalin consideraría las vanguardias como «ilegales».
SEGUNDA ETAPA
Las vanguardias tenían un rechazo oficial en Rusia, debido a que las consideraban de «élite», y estaba en contra del mismo movimiento obrero. Esas condiciones dieron paso para que teorías como el Realismo Crítico de Georg Lukács (húngaro, 1885-1971), impactaran en la sociedad.
Desde esta visión, Lukács consideraba que el arte y la literatura eran un producto de la sociedad, y que ésta podía ser analizada a través de las disciplinas artísticas. Es decir, ponía al arte y a la literatura al servicio de la Sociología.
En un principio, estas ideas tuvieron buena acogida, incluso en países latinoamericanos, en donde aún ahora se intenta analizar la literatura desde un punto de vista sociocrítico.
Sin embargo, muchas veces estas ideas chocaban con cierto tipo de arte. Se llegó a declarar dos categorías: el arte comprometido (el cual era valorado por el Realismo Crítico) y el arte por el arte (rechazado, por considerarse ajeno al compromiso social).
Hoy día, los dos tipos de arte son valorados, pero en la Unión Soviética tuvo un fuerte impacto, así como en ciertos países, entre ellos Guatemala, donde en cierto momento la literatura llegó a considerarse válida únicamente si tenía compromiso social (aproximadamente de la década de los cincuenta a los setenta); incluso, hay algunos comentaristas literarios de hoy día que rechazan el arte por el arte, y consideran sólo el arte comprometido.
TERCERA ETAPA
Luego de un largo desgaste de los sistemas sociales, especialmente en el oriente de Europa, en los países pertenecientes a la «Cortina de hierro», empezó a haber un fuerte rechazo, en especial entre los artistas, hacia el arte comprometido, ya que eso significaba estar vinculado con el Estado represor.
Surge entonces un tipo de arte que evidenciaba el sentir de la población, y que llegó a ser incluso perseguido por el Estado centralista. Como ejemplo más simbólico, surge la figura de Boris Pasternak, el autor del «Doctor Zhivago», quien ganó el Premio Nobel en 1958, pero fue obligado a rechazarlo.
Más recientemente, en la década de los ochenta y de los noventa, surge otro tipo de escritores, muchos de ellos en el exilio, que evidencian el sentir de la población del bloque comunista. Tal es el caso de Milán Kundera (República Checa, 1929), novelista que aún continúa publicando, sorprendiendo por su visión humanitaria del sufrimiento durante el régimen comunista.
Su novela más famosa, probablemente, sea «La insoportable levedad del ser» (1984), aunque muchas otras han sorprendido.
Por ejemplo, la más reciente, «La ignorancia» (2000), relata el retorno del exilio de una mujer checa, quien había vivido en París. El narrador cuenta sobre la tensión que vive por haberse perdido de todo lo que ocurrió en su país durante el régimen comunista, y se compara con la misma tristeza de Ulises, que al regresar a su casa en Itaca debió recuperar todo, incluso su esposa.
CONCLUSIí“N
Aunque no se quiera, la Revolución Rusa provocó un cambio sustancial en la forma de ver el mundo, lo cual impactó también en el arte. De hecho, por los contextos de la Guerra Fría y por la disputa entre «comunistas» y «capitalistas» en nuestro continente, las ideas estéticas de la Unión Soviética estuvieron siempre muy vigentes en Guatemala.