Lo peor es no hacer nada


Si algo abunda en Guatemala son los ejemplos de que por no hacer nada hacen crisis sinnúmero de problemas. Basta mencionar dos de reciente explosión, porque eso y no otra cosa es lo que ha venido sucediendo de un tiempo a esta parte: ¿Cuántos años se ha estado mencionando el deterioro ambiental del Lago de Atitlán? Y ¿qué se ha hecho, hasta llegar a la actual situación en que forzosamente se debe advertir a los turistas nacionales y extranjeros el peligro que corren al zambullirse en su otrora agua cristalina, no digamos ingerirla? Otro ejemplo son los fideicomisos para manejar los recursos del Estado que a través del tiempo se han ido incrementando, a tal punto, ya sobrepasan los dos mil millones de quetzales anuales y sin que la población pueda tener la certeza de si son manejados honrada y eficazmente.

Francisco Cáceres Barrios

Después de la publicación del Acuerdo Gubernativo 279-09 del Reglamento de la Ley de Acceso Universal y Equitativo de Servicios de Planificación Familiar y su integración al Programa Nacional de Salud Reproductiva explotó el conflicto entre el Estado y la Iglesia Católica guatemalteca, al punto que sus jerarcas sugieren o incitan a la desobediencia civil manifestando que no es que la Iglesia se meta en lo que no le importa, que sea retrógrada, sino acompañan a los padres de familia para hacer valer su derechos anunciando que, entre el 19 y el 21 de noviembre estarán entregando a más de tres mil docentes de todo el paí­s un manual pedagógico para la educación sexual, en el hogar y en la educación, cubriendo desde la primaria hasta los básicos. ¿Es que para el más lego en la materia, eso es suficiente para atender como se debe el problema?

Hasta aquí­, al hombre de la calle, al ama de casa o al estudiante no le queda otra cosa que comentar ¡qué lí­o se traen estos! Porque no se va al fondo del asunto, lo que solo se logra si hay una discusión imparcial, sociológica y cientí­fica para ilustrar la conveniencia o no de llevar a cabo una planificación familiar, pero sin apasionamientos, viendo la realidad que vivió, vive y vivirá nuestra población, de no poner manos a la obra para evitar el descontrolado crecimiento poblacional que solo trae consecuencias funestas para las sociedades, en especial la nuestra que se debate entre la delincuencia, la criminalidad, la hambruna y la monstruosa irresponsabilidad de padres y madres que traen al mundo hijos ¿a qué?, ¿a matarlos de hambre?, ¿para que antes de los 15 años se corrompan en las garras del vicio, la delincuencia o de enfermedades terminales?. Por ello pido a las autoridades tanto estatales como religiosas, que la necesaria planificación familiar se trate con seriedad, profundidad y delicadeza indispensable, recordando que lo peor para Guatemala es seguir como hemos estado hasta la fecha: sin hacer nada.