Lo “normal” de la inmundicia política


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Tenemos la desgracia de acostumbrarnos a todo lo malo. Desde el crimen hasta la pestilencia y el nauseabundo olor de la inmundicia política. Podemos decir que así somos y ya podemos dormir tranquilos, pero yo creo que la mayoría no somos así y si alguno puede vivir, comer y aspirar heces fecales, debe ser porque tiene un gusto especial por esas porquerías, particularmente en ese conglomerado político que se va transformando en la podredumbre de la dignidad nacional.

Héctor Luna Troccoli


Digo esto, porque el miércoles, Prensa Libre anuncia que el partido Lider obtiene una mayoría en el Congreso debido a lo que graciosa y estúpidamente hemos llamado “transfuguismo político”, al cambiarse de camiseta diputados que quieren seguir bebiendo del erario nacional y haciendo negocios turbios al amparo de falacias risibles sobre el cambio producido tirando los ideales que supuestamente tuvieron y, sobre todo, buscando nuevas posiciones de poder con otras instituciones que gustosas les abren sus puertas. Y a todo esto, según el matutino, hay un “analista” que considera esto “normal”, si es que normal es renunciar al último ápice de dignidad que le puede quedar a una persona, aunque a la actual generación política le quede únicamente una inmensa bola de popó (para ser delicado), si saben a lo que me refiero.
 
Es cierto que esto no es nuevo y basta echar una mirada al pasado y al presente. Recuerdo cuando ingresé a la ANTIGUA UCN que formamos un grupo de quijotes y ganamos 41 diputaciones del total de 80 diputados  de ese entonces, aunque al final quedamos únicamente 15, algunos (yo incluido) un tanto a rajatablas porque ya la NUEVA UCN empezaba a aparecer. Era solo lealtad una palabra que ya borramos.
 
 Las afiliaciones al partido Lider se deben a que los “nuevos” creen que será el partido ganador de las próximas elecciones y aunque perdiera, ellos tendrían una posición ventajosa. Quizás lo que más cólera me da es que como el Congreso DESAFORTUNADAMENTE, aprueba las leyes, no existirá una norma que establezca que quien cambia de partido pierde su curul por razones tanto jurídicas como lógicas.
 
La única forma de evitar esta fuga de pícaros, es con normas rígidas y un Tribunal Supremo Electoral fuerte. Lo primero no se conseguirá porque nadie querrá dejar esos deliciosos huesos con abundante carne y lo segundo, aún podría lograrse aunque con leyes “sin dientes”, lo político será el pozo sin fondo de los desagües colectivos del país.