Lo irreparable de las infamias


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En un país como el nuestro, en donde un reducido número de los casos penales es llevado a los tribunales y de estos, tan solo otro más reducido aún son finalmente llevados a sentencia, la infamia es una de las compañeras favoritas de la impunidad.

Walter Guillermo del Cid Ramírez
wdelcid@yahoo.com


Por ejemplo, el asesinato del abogado Rodrigo Rosenberg, aquél domingo 10 de mayo de 2009, aparentaba ser un caso más de la delincuencia imperante. A partir del día siguiente, el revuelo alcanzó límites extremos. Lo expresado en aquél video pretendió hacer tambalear al gobierno; las dosis de oprobio y veneno fueron lanzadas. Aparentes héroes aparecieron por doquier; de “camisas blancas” se vistieron y gritaban “justicia” a todo pulmón.

¿Por qué en un país como el nuestro se presentan cuadros tan dispares, tan grotescamente abismales, entre los muy pocos ricos y las grandes mayorías empobrecidas? Aquí en donde este prodigioso suelo anida riquezas abundantes, en los que no cabrían las miserias, ni el hambre y mucho menos la pobreza extrema. Sí, nuestra Guatemala tiene grandes tesoros, pero son explotados bajo la mentalidad de élites feudales, que desde la Colonia, han gestionado el poder real, al margen de las mayorías y secuestrando la democracia cada cuatro años. Sale a cuento lo anterior, pues es necesario contextualizar aquella infame declaración dada a conocer, el lunes 11 de mayo de 2009. Campaña mediante la cual se pretendió lastimar a los directivos en particular, pero en general a todos los integrantes que pertenecen a la Federación de Cooperativas Agrícolas de Productores de Café, Responsabilidad Limitada. Se pretendió vincular, decía, según las declaraciones en ese infame video de Rosenberg, las muertes de Khalil Mussa y su hija en un nexo de hechos, en los que supuestamente la Federación Cooperativa y un banco del sistema, habrían incurrido en fraudulentos movimientos de lavado de dinero y otros ilícitos. Tal vinculación fue aprovechada en extremo por algunos directivos (señores feudales de esa élite que gobierna cual auténtico poder paralelo) del Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financiaras, Cacif, para arremeter no únicamente contra el gobierno de turno, sino de paso deshacerse de la Federación y por extensión aniquilar a la entidad bancaria.

La historia de los atropellos, injusticias y manejos antojadizos alrededor de la producción, comercialización y exportación del café, no es nueva. Alrededor de la producción del café se han entretejido múltiples artimañas para restringir el aumento de los productores de café para que, precisamente la producción quede en pocas manos y, consecuentemente los beneficios también sean circunscritos a unas pocas familias y a sus integrantes. En una de esas raras coincidencias de la historia nacional, 1969 tiene en común, entre otras cosas, ser el año de la conformación de la Fedecocagua, R. L., así como de la creación de la Asociación Nacional del Café, Anacafé. La última al tenor del Decreto del Congreso de la República, número 19-69. La Federación de estas Cooperativas, no reniega de su origen, es decir, de pequeños productores diseminados en todo el territorio apto para la producción de buen café. En tanto la Anacafé, se suele presentar a sí misma como una entidad privada, como una entidad que se ha podido desenvolver al margen de los aportes del Estado (o sea de los aportes de la totalidad de guatemaltecos a través de los impuestos que pagamos). Esta dicotomía entre un ente eminentemente privado, no lucrativo y gestor del desarrollo de los pequeños productores de café y la otra, la todopoderosa Asociación Nacional del Café, fue el escenario en el que se pretendió aniquilar a la Federación y con ello destruir el esfuerzo de los cooperativistas por consolidarse en la expansión de la producción cafetalera del país.

Los que auxiliaron en la producción de aquel tenebroso video lleno de infamias y de calumniosas sindicaciones, están disfrutando de la impunidad imperante. Pero por suerte para la Federación de Cooperativas y para los cooperativistas productores de café en general, la infamia tuvo un feliz desenlace. Se les ha desvinculado de todo nexo con las injurias vertidas por aquél que se mandó a matar a sí mismo. Lo irreparable de esta infamia está en el pesar provocado y las posibles incidencias que pudieron haberse desencadenado por un manejo tan tendencioso de esos lamentables y cruentos hechos. La manipulación que se buscó y la destrucción de honorabilidades. Por fortuna, ahora es un hecho consumado y aquellos que pretendieron manejar la situación a su sabor y antojo, hoy están agazapados en las sombras del oscuro desempeño de sus aviesos intereses. Esperando, quizás, mejor ocasión para asestar un nuevo golpe y de paso, no perder el hegemónico poder al que han estado acostumbrados por tantas décadas. El grato epílogo de este trágico episodio es saber que los pequeños productores de café, pueden continuar con su labor, sin la amenaza inmediata de una destrucción mediática que terminaría por despojarles de su entorno y de su valioso afán por insertarse en este mercado.