Lo esencial es invisible a los ojos


Así­ lo dijo Saint Exupery en El Principito, dicha esencia se haya en las partes que generalmente están desunidas, desaparecidas, ocultas, frente a nosotros, destruidas o simplemente no son evidentes, pero el sentido del objeto se produce cuando transformamos la condición de las partes, en ese instante se encuentra la razón con la realidad, para lo cual se necesita utilizar ciencia, método, sistema, objetivizar las condiciones del entorno y juntar los elementos que componen el hecho. Tan simple y complejo a la vez es este conjunto de ideas abstractas que resumen el abordaje que hizo la CICIG al caso Rosenberg.

Julio Donis

La magistral investigación del equipo de la CICIG no utilizó ciencia espacial o técnicas vistas en la ficción de los programas CSI, simplemente siguió exhaustiva y disciplinadamente el método cientí­fico en una investigación criminalí­stica; con paciencia se empezaron a unir las primeras piezas de la escena del crimen y aplicaron las primeras cuestionantes, interrogantes, dudas, que luego se convirtieron en hipótesis a desarrollar. La pregunta más que la respuesta es lo que conduce al conocimiento y a la aprehensión del objeto perseguido; cuando se tiene la seguridad de la solución la satisfacción de lo comprendido ya está dada. De la especulación se pasó a una descripción de los hechos, pero lo que realmente dinamizó la investigación, como en cualquier iniciativa serí­a que busca la verdad cientí­fica, es la contradicción, misma que deviene en primer lugar de constatar que la sola descripción no puede ser criterio de verdad debiendo ser superada, y en segundo lugar, de negar la negación, es decir de sintetizar como producto de la tesis confrontada y probada. Eso hizo que la cadena de actores involucrados se convirtiera en un cí­rculo que llevó al principio. Acto seguido se hicieron más preguntas que derivaron en otras tesis sujetas a comprobación hasta llegar a las evidencias correctas que disiparon la niebla, lo cual dio paso a lo impensable, el abogado planificó su crimen.

La derecha en sus representaciones liberales o más bien neo, dan crédito con cautela, con distancia y con declaraciones polí­ticamente correctas, lo cual permite no enemistarse con el capital de rancia estirpe del cual se sienten amparados. La derecha en sus matices más extremos o precarios recibió la contundencia de Castresana, como la sociedad antigua y medieval cuando le dijeron que la Tierra no era plana sino redonda. Sus operadores, sean escribanos o locutores en la opinión pública de los medios, no tardaron en vociferar con incredulidad, escepticismo, irrespeto, desconfianza, tildaron de increí­ble, y ahora en alarde oportunista reconocen al sistema de justicia que por tradición han manipulado. Alegan desilusión porque no era el final que querí­an y están recurriendo al contraataque con el recurso de la burla y el desprestigio a ultranza. Ellos no aceptarán jamás un criterio de verdad cientí­fica porque el desarrollo de su noción de cultura y su acción polí­tica, está basado en el empirismo y en el fundamentalismo que les impide reconocer, la devastación de la violencia en la dimensión interna de la persona que ha sido degradada emocional y psí­quicamente, lo cual le hace distorsionar el entorno, desconfiar del más cercano, desarrollar angustias asfixiantes, ensimismar la moral y la razón hasta sumirse en cuadros de depresión implosiva. Jamás aceptarán que Rosenberg ha sido ví­ctima de un sistema de violencia corrupto y clientelar promovido por ellos mismos.

Finalmente, no es raro encontrar que la incipiente pero chillona clase media aspiracional repita ese criterio de verdad que relativiza los hallazgos cientí­ficamente comprobados, porque el pensamiento hegemónico se ha enraizado en esta sociedad que no da crédito aunque le digan que la Tierra efectivamente es redonda.

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