Todas las explicaciones que el Gobierno nos da ahora sobre el serio problema de la violencia son cuestiones que el ingeniero ílvaro Colom Caballeros tenía que haber sabido de sobra luego de tres campañas presidenciales y por lo tanto estaba en la gorda obligación de emprender las soluciones desde el mismo día en que fue investido Presidente de la República. En cambio, pasaron ya tres de los cuatro años de su mandato y la situación es peor que antes, porque no se hizo absolutamente nada desde el principio.
Por supuesto que existen razones estructurales para que tengamos tanta violencia, sobre todo porque la nuestra es una sociedad violenta que privilegia la muerte como método para dirimir conflictos. Es cierto que tenemos una historia de violencia, pero es inaudito seguir culpando a la historia por lo que nosotros no hacemos para resolver el problema.
Es una vergí¼enza que ahora, tres años después de haber asumido la presidencia, el Presidente nos dé una lección sobre las razones de la violencia cuando él la tenía que haber dado el día en que tomó posesión y empezar, en ese instante, la solución de los problemas y el ataque a las causas. Que lo haga hoy no es edificante, sino una muestra de la improvisación que le caracteriza a pesar de tantos años dedicados a buscar la presidencia.
El problema de la inseguridad se traduce en tres cuestiones esenciales: entendimiento del problema, voluntad política y asignación de recursos para realizar los cambios indispensables. A estas alturas es obvio que no hay siquiera una completa comprensión porque las explicaciones que nos dan siguen siendo generalidades que apuntan a culpar a los de antes; la falta de voluntad política está más que demostrada porque basta ver que el Gobierno en un momento dado nombró a alguien como el alcalde Salvador Gándara para darse cuenta que prevalecen otros intereses e influencias, específicamente de la esposa del Presidente, en el manejo de la seguridad ciudadana. Y de los recursos ni hablar, puesto que lejos de asignarle, le han sacado a la seguridad para trasladarlo a la «joya de la corona» que son los programas clientelares de cohesión.
Por supuesto que hacen falta recursos y eso es clarísimo, pero el Gobierno pudo impulsar una reforma fiscal al asumir el poder y no lo hizo porque se prefirió pactar con los grupos empresariales que en su momento impusieron condiciones a cambio de aviones, fertilizantes y arreglos parecidos. Bien decían las viejitas que el tiempo perdido hasta los santos lo lloran.