Lluvia de ofertas previo a Semana Santa


Convengo que quien ofrece, vende. Argumento tan antiguo como la maña de pedir fiado. Usted tiene esa experiencia en carne propia, con el ingrediente de la proliferación referente a estar cercana dicha conmemoración religiosa mundial. En Guatemala alcanza solemnidad y atrae corrientes considerables de turismo que admira a perplejidad esa tradición acendrada.

Juan de Dios Rojas

El comercio organizado y la economí­a informal aprovechan tan especial coyuntura, vaya si no, en términos de pluralidad. Dan impresión inequí­voca por los hechos que se les esponja el corazón y le entran con los mejores esfuerzos, ánimo firme y esperanzas de obtener éxito. Una reiteración visible anual en el marco capitalino, sin falta ni restricción alguna.

Preguntas sobre el particular extendido por los cuatro puntos cardinales huelgan. Ajenos a darle vueltas a la testa, tipo computadora, consiguen inmediatas respuestas reales, usted lector. El crí­tico desempleo y la economí­a en deterioro, influyen demasiado. Saben grandes y pequeños comerciantes superar tal limitante mediante el hecho de no quedarse desconsolados.

Aunque a veces entran dudas acerca que el dinero escasea, difí­cil de llegar a las manos, en tanto tiene escapatoria como agua corrediza. Dudas despejadas acerca de que como quiera que sea circula, antes y en los propios dí­as de la Semana Mayor. Repito, entonces podemos concluir en acatar la expresión colectiva al final, que «tiene pisto la gente» y punto.

Pues bien, resulta contradictorio a no dudar. Los factores recurrentes que aludo antes surgidos como por arte de magia, existe demanda evidente. Por consiguiente para la adquisición de productos, bienes y servicios, en niveles que marcan diferencia; sin embargo, satisfacen a plenitud, intereses y necesidades, endosados a usos y costumbres de cara a la tradición.

En el curso de la época actual, una mayorí­a son prácticamente ganados por efectos tanto de mercadólogos y publicistas, encargados mediante equipo de ágiles y creativas piezas, de ponderar exitosamente la mercancí­a. La ultramoderna tecnologí­a, aliada eficaz en su favor, despliega planes dinámicos, conocedores a ciencia cierta de la psicologí­a del colectivo.

De esa cuenta los medios de comunicación social despliegan un verdadero festival propagandí­stico que elogia las ofertas en esas fechas. En auténtica competencia legal ocupan espacio dondequiera, tras ingentes estrategias hacia un denominador común. Encuentra asidero tenaz el arcaico pero actualizado adagio que hace énfasis así­: «La diligencia es permitida».

Cuando escuchemos los toquidos en las puertas con insistencia; también añadamos los desesperados timbrazos en repetición molesta donde habitamos, que no causa asombro en el acto. Trátase por supuesto del enjambre de vendedores ambulatorios que se desplazan bajo pensamientos optimistas, consistentes en conseguir ventas, al cabo de muy largo peregrinar.

Toda oferta tiende a dar precios y condiciones especiales, aunque las epocales abarcan electrodomésticos en general; trajes de baño para multitudes de vacacionistas. Cervezas y licores, inclusive artí­culos de consumo apropiados para la ingesta personal, capaz de satisfacer la gastronomí­a, estimulada por factores diversos en mayor intensidad.

Pero al ganar espacio el derroche ostensible de dinero, en circunstancias imposible de omitir, sobreviene el desbarajuste de la economí­a familiar. El vendaval conformado por el festival de ofertas para algunos segmentos poblacionales no tiene protagonismo. A menudo las cosas y casos son sueños en el escenario de una noche de verano y meras ilusiones nada más.

Es un diapasón inmenso generador de sonoridad que logra interiorizarse con motivo de las conmemoraciones de Semana Santa. El movimiento poblacional mencionado tiene apoderamiento mayúsculo. Con dos lados la medalla, definidos por la propia multitud. Espí­ritu religioso visible y jolgorio gigantesco, ingrediente vacacional en crecimiento también.