Llevamos tiempo de estar «em-peñados»


Gracias al í­dolo guatemalteco Carlos Peña, ahora de Latinoamérica, logramos tomar siquiera un respiro de la saturación polí­tica en los medios de comunicación. -Es que nos tienen hasta el copete, decí­a un amigo cuando se referí­a a que no pasaba una página de un medio escrito, segundo o minuto en los electrónicos, sin que no apareciera la noticia, propaganda, comentario, chisme o vaticinio sobre los temas polí­ticos de la campaña electoral del 2007. -¿Es que no hay otra cosa de qué hablar?, fue otra pregunta del referido amigo para manifestar el hartazgo que en nuestra sociedad se produce cada cierto tiempo en que se acentúa la efervescencia por ocupar cargos públicos.

Francisco Cáceres Barrios

Pero gracias a la versión latinoamericana de una franquicia inglesa que promovió el evento musical, en el que nuestro representante Carlos Peña se destacó desde el primer momento y a que la primera parte del evento eleccionario habí­a terminado, la atención se centró en él, no sólo por sus cualidades artí­sticas, sino porque nuestra sociedad andaba en busca de un lí­der, de una figura, de un personaje que, sin esconder sus ambiciones personales destacara por su integridad, calidad y sinceridad. De ahí­ que el amigo también dijera sin ambages ¡qué diera un polí­tico por gozar de sus atributos y cualidades!

El fenómeno Carlos Peña no se produjo entonces sólo por el hecho de haber triunfado en un concurso de canto celebrado en Argentina, sino porque también nuestra población buscaba ansiosamente encontrar, desde hací­a mucho tiempo, al Chespirito, al Superman, al ídolo que no le engañara, mucho menos lo fuera a defraudar. ¿Buena enseñanza para los polí­ticos no? ¿Se imaginan ustedes si tuviéramos al menos uno que motivara que la gente sacara dinero de sus bolsillos para votar por él y no fuera el candidato quien tuviera que empeñar hasta el calzoncillo o comprometerse hasta el cogote para finamente lograr la complacencia de no más de un pequeño porcentaje del electorado?

El éxito de Carlos Peña nos trajo algo subjetivo, aunque no por ello menos importante: que aquel estribillo que dice «El pueblo unido jamás será vencido» es una axioma (proposición tan clara y evidente que no necesita demostrarse). Porque a nadie escapó que el apoyo germinó inicialmente de la juventud, pero que rápidamente contaminó a toda nuestra sociedad comunicada. El contagio fue espontáneo hasta lograr inconscientemente que hasta el saludo de los médicos a sus pacientes ya no fuera sobre sus padecimientos, sino sobre el triunfo del cantante guatemalteco. De ahí­ que mis palabras de agradecimiento para Carlos Peña vayan no sólo por su éxito artí­stico, sino el respiro que nos brindó, extensivas a Julio Hernández y Gabriela Meléndez por el triunfo de Gasolina en el Festival de Cine en San Sebastián, España.