Deja que tu corazón derrame, en el silencio de la noche, una lágrima de compasión por aquel hermano que en las calles sufre el frío del vicio y el hambre de la soledad…
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Deja que tu alma eleve su voz hasta el infinito en una plegaria de ayuda por el niño que desconoce la bendición de tener una familia y cuyos juguetes son los rayos del sol y las tardes de lluvia…
Deja que tu espíritu se convierta en una bella flor de generosidad que esparza su caritativo perfume sobre aquellas madres que multiplican las horas de trabajo y lloran las angustias del abandono?
Deja que tu ser entero sea una mano extendida que ofrezca el calor de la piedad a los ancianos que agonizan en el invierno de la soledad, pobreza y enfermedad.
¡Deja que tus ojos contemplen la imagen del amoroso Nazareno detrás del dolor de cada uno de tus semejantes!