Históricamente, la literatura infantil en Guatemala ha merecido la atención de la crítica, sobre todo porque ha sido considerada como un «arte menor». Sin embargo, una de las claves para fomentar lectores activos es iniciarlos desde que son niños, incluso, desde antes de que los infantes aprendan a leer.
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Pese a esta necesidad, en Guatemala hay escasas publicaciones nacionales dedicadas para niños. La Editorial Cultura hace una excepción a esta norma, y publicó el año pasado dos libros para el público infantil. El primero de Matilde Montoya, titulado «Como si fuera un milagro»; el segundo, del desaparecido Luis de Lión, nombrado «Una experiencia poética».
En el caso del libro de Montoya, expone poemas dedicados a un público infantil; la literatura infantil tiene la finalidad de hipnotizar con las palabras a los niños; los juegos sonoros, las imágenes curiosas y la imaginación, son partes fundamentales. Asimismo, la enseñanza de valores, de formas lógicas de pensamiento y el fomento de la lectura, son otros objetivos, que Montoya lo logra hacer.
Por ejemplo, enseña humildad: «Acuérdate mariposa, / de que antes fuiste gusano» (página 5); establece órdenes mentales y lógicos: «Desde entonces, para siempre, / esta ley estableció: / Primero el Sol se despierta / luego el gallo y luego yo.» (p. 9)
Aviva la imaginación con imágenes atractivas: «(el mar) es un viejo marinero, / con su gorra de luceros» (p. 11), y se maravilla como niña con el valor de la lectura: «Â¡Leer y escribir! ¡Qué cosa! / Con los ojos escuchamos / y hablamos con estas letras, / ¡Como si fuera un milagro!» (p. 7)
En el caso del libro de Luis de Lión, éste realizó un taller con niños de una escuela en la cual él daba clases. Los teóricos de la literatura infantil han intentado diferencia la literatura «para» niños de la escrita «por» niños. El libro de Montoya sería ejemplo del primer caso, y el de De Lión, del segundo.
De Lión, me imagino, habrá pedido a los niños entre 10 y 11 años, que realicen algunas metáforas en torno a algunos objetos de la cotidianidad. Un ejemplo resaltante es el de una metáfora sobre el Sol: «Cuando amanece, / yo me acerco a la ventana / de mi casa / y veo al sol / y le digo: / ¡Oh, pedazo de pan / sobre un gigante / plato azul, / pelotita / que da luz a la tierra, / ojo amarillo!» (p. 6)
El valor de los dos libros es que buscan fomentar la lectura en niños, que serán los lectores del mañana; mucho nos quejamos de que en el país son pocas las personas que tienen el hábito, pero esto tiene como base en que desde niños no se les fomentó y tampoco tomaron ejemplo de sus padres.
Hay que destacar, además, en estas ediciones, la digramación, adecuada para el público infantil, y de las ilustradoras: Lucía Morán Giracca y Cecilia Porras, ya que en literatura infantil, éstos aspectos son tan importantes (o más, incluso) que el mismo texto.
Recomendable para padres que desean fomentar el hábito en sus hijos, o para maestros que deseen emular el ejercicio realizado por De Lión.